miércoles, 15 de diciembre de 2010

Un placer

Hasta aquí ha llegado la vida de este blog caraqueño. Espero que lo hayáis disfrutado tanto como yo me he divertido escribiéndolo. Gracias a todos por haber seguido estos apuntes del Caribe, por haber participado en ellos y por haberles dado vida con vuestras opiniones y apreciaciones. Según las estadísticas que me da Google, han sido en total 150 posts, que han recibido casi 230 comentarios de lectores y más de 27.000 visitas provenientes de muchos lugares del mundo, no sólo desde España y Venezuela, sino también desde sitios tan dispares como Estados Unidos, México, Colombia, Chile, Francia, Eslovenia, Japón, Australia, Irán, Brasil, Líbano o la India.

Me lo he pasado en grande y ha sido un verdadero placer compartir estas vivencias con todos vosotros. Gracias también a Paola, con quien he sido sumamente feliz aquí y con quien he vivido, disfrutado y compartido cosas extraordinarias que nunca olvidaremos.

Quizá algún día retome de nuevo esta aventura del blog. Si es así, espero contar de nuevo con todos vosotros.

martes, 14 de diciembre de 2010

Azul

Tengo asociado el color azul a Caracas. También el verde oscuro, por supuesto, el verde ópalo, el verde vegetal y el verde clorofila: la frondosidad de ese muro que es el Ávila proyecta sobre la ciudad el color de la esperanza, así como la vegetación exuberante que uno encuentra en cualquier sitio de la calle, una vegetación que se nutre de las lluvias tropicales que caen con una machacona insistencia periódica. En Caracas no hace falta el riego. Las plantas, los árboles, los mangos, los chaguaramos, las palmeras, los ficus, los helechos arborescentes, crecen con un vigor insultante, acompasados al ritmo del calor relajante del trópico y las lluvias propias del Caribe.

Pero si tuviera que elegir un color para definir la ciudad ése sería, sin duda, el azul. El azul del cielo, que, pese al intenso y caótico tráfico que soportan sus calles, carece de la boina de contaminación que sufren otros sitios como Madrid, un cielo que refulge con una intensidad celeste. Pero, sobre todo, el azul de los edificios vanguardistas de la avenida Francisco de Miranda, por donde casi a diario he caminado sin descanso durante estos últimos doce meses. El azul de los vidrios, el azul metalizado con que se construyeron esos edificios en los años 50 cuando Caracas y Venezuela eran tierras de inmigrantes, cuando los españoles y los portugueses venían en busca de un futuro mejor y un dinero que no encontraban en sus lugares de origen. Esas construcciones entre futuristas y funcionales, que podrían estar ubicadas en cualquier ciudad moderna del mundo –Nueva York, Londres, Madrid– me han entusiasmado desde el primer día en que llegué aquí, y con ellas me quedo y con ellas me voy.

lunes, 13 de diciembre de 2010

La Llorona

Una noche de hace unos meses después de una cena agradable, al calor de unas copas de vino y con una luz muy tenue, unos venezolanos nos hablaron de las leyendas que circulan por aquí, esas que despiertan el horror, pero también la curiosidad de los adolescentes que no tienen nada mejor que hacer, y que los abuelos narran a sus nietos con el propósito de transmitirles sus tradiciones orales y –también, claro–, para que dejen de armar bulla y se duerman con una pizquita de temor en la imaginación, bajo el embozo de las sábanas.

Nos hablaron de la bola de fuego, de la dama de blanco, del silbón, de Juan Machete, y de un montón de cuentos a cada cual más siniestro y sobrecogedor. Sin embargo, todos coincidían en que la más popular y aterradora de estas leyendas era la de la Llorona. Con esta historia, las madres venezolanas asustan a sus hijos amenazándoles con que si no las obedecen, vendrá la Llorona a buscarlos y a atemorizarles todas las noches.

Aunque hay distintas versiones, lo que nos contaron fue más o menos esto: la Llorona es el alma en pena de una mujer joven que se enamoró de un soldado. De la pasión de ambos nació una niña, pero el soldado abandonó a la mujer y como ésta no sabía cómo criar a su hija, desesperada por el llanto de la niña, la mató con sus propias manos. Cuando la joven fue consciente de su terrible acto, comenzó a llorar, a gemir y a gritar desesperadamente. Sus vecinos, al ver lo ocurrido, la maldijeron, y ella salió corriendo hacia las estepas de los llanos, convirtiéndose en un terrible espectro. Desde entonces vaga por los campos llorando de dolor y cuando entra en algún poblado o se encuentra con algún caminante los asusta gritando: “¡Mi hija, dónde está mi hija!”. Después, mata o vuelve locos a los hombres, mujeres o niños que son o han sido infieles…

viernes, 10 de diciembre de 2010

Patrimonio

Es de dominio público que Hugo Chávez y su familia son de ascendencia humilde y casi sin recursos, gente salida de las capas sociales menos favorecidas, humildes personas que tuvieron que luchar duramente por la vida allá en los llanos venezolanos. De eso se enorgullece en muchas de sus alocuciones el presidente y así lo recuerda cada cierto tiempo a su público televisivo cuando arremete contra los escuálidos adinerados de la oposición. Sin embargo, hoy nos encontramos con que, ¡oh sorpresa!, parece ser que los Chávez acumulan un patrimonio de casi 140 millones de dólares en los Estados Unidos, según ha publicado el diario mexicano La Razón.

Pero ¿cómo es esto?... ¿Acaso puedo fiarme de lo que ven mis ojos? ¿Será cierto lo que han averiguado los periodistas? ¿O será tal vez una más de las maniobras del Imperio para ensuciar el pío nombre del presidente y su familia? No sé qué pensar… Según asegura el diario, parece ser que los Chávez disponen de cinco cuentas bancarias en instituciones financieras de los Estados Unidos (¡será posible!) con un importe total de casi 140 millones de billetes que llevan garabateados el rostro de George Washington y no el de Simón Bolívar (¡oh, qué patraña!). El hermano Adelis encabeza la lista con 90 millones de dólares, seguido de Adán Chávez (gobernador, por cierto, del estado de Barinas) con 18 millones de dólares.

Lo más emotivo o conmovedor es que la mamá del ilustre presidente, Elena Chávez, tiene en su cuenta más de 16 millones del odiado billete verde. Los otros hermanos poseen el resto. El diario asegura además que “al amparo del poder, la familia del presidente lleva un estilo de vida que incluye joyas, autos, viajes y hasta armas”. ¡No! ¡No me lo puedo creer! ¿Será posible tamaña injuria? ¿Qué corporación o grupo de militares o endiablados políticos del malvado Imperio se esconden detrás de esta perversa y capitalista ignominia? ¿Se nos habrán convertido el comandante y toda su familia en una panda de escuálidos de esos que tanto critican?

jueves, 9 de diciembre de 2010

No me usarás en vano

Cuando llegamos a Caracas hace casi un año, era fácil encontrarse la cara del presidente Chávez en cualquier sitio: en una farola, en un soporte publicitario de la carretera, en un mural, en grandes pancartas propagandísticas, en los recibos de la electricidad, en los anuncios que el PSUV incluía en los periódicos, en los edificios públicos y en cualquier sitio donde pudiera caber su imagen de cenicienta de la revolución. Por aquel entonces, su rostro, sus gestos, su sonrisa de labios gruesos y su mirada entre prepotente e iluminada constituían un permanente asedio al ciudadano. Explotaban su “liderazgo” con la insistencia de la propaganda más burda y reiterativa.

Sin embargo, los meses han ido pasando y en este tiempo han ocurrido muchas cosas: cortes en el suministro eléctrico, escasez de alimentos, expropiaciones arbitrarias, devaluación de la moneda, inflación galopante, deterioro económico, contracción del precio del petróleo, alimentos podridos en manos de los militares, intervenciones de bancos y casas de bolsa, problemas diplomáticos graves con Colombia y Estados Unidos, pérdida de poder en las elecciones de septiembre y, por último, muertos y damnificados por las lluvias de noviembre. Todo esto ha hecho mella en la popularidad del jefe del estado y, por este motivo, hace tan sólo unos días Chávez ha decidido prohibir a través de una resolución gubernamental el uso de su nombre, de su figura y de su imagen en todo lo que tenga que ver con obras de infraestructura pública. La prohibición se extiende a "construcciones, edificaciones, establecimientos, recintos, instituciones educativas y médicas asistenciales de cualquier nivel, vías de comunicación, lugares públicos y cualquier tipo de inmueble".

La oposición venezolana y muchos de los ciudadanos han visto en este gesto un intento de Chávez para evitar que el pueblo lo vincule con la mala gestión de su gobierno. La pregunta es: ¿supone esta decisión el inicio del fin de un gobierno, unos líderes y un sistema antediluvianos?

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Peatones

Como da igual cruzar por un paseo de peatones o por el medio de la calzada, algunos viandantes caraqueños, aun con ciertas limitaciones, cruzan la carretera por donde pueden o por donde quieren. A veces, los guardias de circulación se ponen en medio, entre los coches ansiosos por seguir su trayectoria y el peatón indefenso que, desesperado por no poder ir al otro lado de la calle, decide aventurarse aun a riesgo de jugarse el tipo. Esta foto la tomó mi hermano desde el taxi en el que íbamos en una de las avenidas que dan a la céntrica Plaza de Francia. A la derecha de la foto, aguardaban impacientes los carros por seguir su camino, tocando, eso sí, sus estrepitosos cláxones sin cesar.

martes, 7 de diciembre de 2010

La Niña

Después del Niño llega la Niña, o lo que es lo mismo: a un período fuerte de sequía le sucede uno intenso de lluvias. Así lo explicaban ya los meteorólogos venezolanos allá por el mes de julio. Sin embargo, el gobierno parece que ha desoído las voces de alarma de los expertos y, en su habitual política de improvisaciones, ha decidido esperar a ver qué pasaba. Y lo que ha pasado es que las lluvias llegaron y se han quedado más de lo que suele ser habitual, y durante las últimas tres o cuatro semanas ha llovido lo que hacía muchos decenios no llovía. Las consecuencias: derrumbes de casas, deslaves en las montañas, carreteras colapsadas, inundaciones calamitosas, barriadas anegadas, 90.000 personas damnificadas, 35 fallecidos, gentes humildes refugiadas en hoteles y en grandes centros comerciales que han sido ocupados por orden de Chávez, pillería generalizada, clases escolares suspendidas, ríos desbordados, calles bloqueadas, muros derribados y mucha, mucha impotencia generalizada.

En un acto de populismo habitual, vimos a Chávez dirigirse, altavoz en mano, a las masas de gentes que han perdido todo en el estado de Miranda y decirles que no se preocupasen, que la revolución socialista y el gobierno bolivariano están dispuestos a construir viviendas en las faldas de la montaña que separa a Caracas del Mar Caribe para entregarlas a los miles de afectados por el temporal, que deberán permanecer en los refugios al menos un año. Se enorgulleció de que ya había hablado con el embajador venezolano en Pekín para encargar frigoríficos, cocinas y lavadoras made in China, y, para rematar la faena, parafraseó las palabras que Bolívar pronunció cuando el terremoto de 1812 arrasó Caracas: "Si se opone la naturaleza, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca".