martes, 14 de diciembre de 2010

Azul

Tengo asociado el color azul a Caracas. También el verde oscuro, por supuesto, el verde ópalo, el verde vegetal y el verde clorofila: la frondosidad de ese muro que es el Ávila proyecta sobre la ciudad el color de la esperanza, así como la vegetación exuberante que uno encuentra en cualquier sitio de la calle, una vegetación que se nutre de las lluvias tropicales que caen con una machacona insistencia periódica. En Caracas no hace falta el riego. Las plantas, los árboles, los mangos, los chaguaramos, las palmeras, los ficus, los helechos arborescentes, crecen con un vigor insultante, acompasados al ritmo del calor relajante del trópico y las lluvias propias del Caribe.

Pero si tuviera que elegir un color para definir la ciudad ése sería, sin duda, el azul. El azul del cielo, que, pese al intenso y caótico tráfico que soportan sus calles, carece de la boina de contaminación que sufren otros sitios como Madrid, un cielo que refulge con una intensidad celeste. Pero, sobre todo, el azul de los edificios vanguardistas de la avenida Francisco de Miranda, por donde casi a diario he caminado sin descanso durante estos últimos doce meses. El azul de los vidrios, el azul metalizado con que se construyeron esos edificios en los años 50 cuando Caracas y Venezuela eran tierras de inmigrantes, cuando los españoles y los portugueses venían en busca de un futuro mejor y un dinero que no encontraban en sus lugares de origen. Esas construcciones entre futuristas y funcionales, que podrían estar ubicadas en cualquier ciudad moderna del mundo –Nueva York, Londres, Madrid– me han entusiasmado desde el primer día en que llegué aquí, y con ellas me quedo y con ellas me voy.

2 comentarios:

  1. Cuánto hemos aprendido con tus narraciones de este país.
    Gracias por haber no lo enseñado.
    f

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  2. Gracias a ti por haberlas seguido con tanta pasión... Nos vemos muy pronto!

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