miércoles, 15 de diciembre de 2010

Un placer

Hasta aquí ha llegado la vida de este blog caraqueño. Espero que lo hayáis disfrutado tanto como yo me he divertido escribiéndolo. Gracias a todos por haber seguido estos apuntes del Caribe, por haber participado en ellos y por haberles dado vida con vuestras opiniones y apreciaciones. Según las estadísticas que me da Google, han sido en total 150 posts, que han recibido casi 230 comentarios de lectores y más de 27.000 visitas provenientes de muchos lugares del mundo, no sólo desde España y Venezuela, sino también desde sitios tan dispares como Estados Unidos, México, Colombia, Chile, Francia, Eslovenia, Japón, Australia, Irán, Brasil, Líbano o la India.

Me lo he pasado en grande y ha sido un verdadero placer compartir estas vivencias con todos vosotros. Gracias también a Paola, con quien he sido sumamente feliz aquí y con quien he vivido, disfrutado y compartido cosas extraordinarias que nunca olvidaremos.

Quizá algún día retome de nuevo esta aventura del blog. Si es así, espero contar de nuevo con todos vosotros.

martes, 14 de diciembre de 2010

Azul

Tengo asociado el color azul a Caracas. También el verde oscuro, por supuesto, el verde ópalo, el verde vegetal y el verde clorofila: la frondosidad de ese muro que es el Ávila proyecta sobre la ciudad el color de la esperanza, así como la vegetación exuberante que uno encuentra en cualquier sitio de la calle, una vegetación que se nutre de las lluvias tropicales que caen con una machacona insistencia periódica. En Caracas no hace falta el riego. Las plantas, los árboles, los mangos, los chaguaramos, las palmeras, los ficus, los helechos arborescentes, crecen con un vigor insultante, acompasados al ritmo del calor relajante del trópico y las lluvias propias del Caribe.

Pero si tuviera que elegir un color para definir la ciudad ése sería, sin duda, el azul. El azul del cielo, que, pese al intenso y caótico tráfico que soportan sus calles, carece de la boina de contaminación que sufren otros sitios como Madrid, un cielo que refulge con una intensidad celeste. Pero, sobre todo, el azul de los edificios vanguardistas de la avenida Francisco de Miranda, por donde casi a diario he caminado sin descanso durante estos últimos doce meses. El azul de los vidrios, el azul metalizado con que se construyeron esos edificios en los años 50 cuando Caracas y Venezuela eran tierras de inmigrantes, cuando los españoles y los portugueses venían en busca de un futuro mejor y un dinero que no encontraban en sus lugares de origen. Esas construcciones entre futuristas y funcionales, que podrían estar ubicadas en cualquier ciudad moderna del mundo –Nueva York, Londres, Madrid– me han entusiasmado desde el primer día en que llegué aquí, y con ellas me quedo y con ellas me voy.

lunes, 13 de diciembre de 2010

La Llorona

Una noche de hace unos meses después de una cena agradable, al calor de unas copas de vino y con una luz muy tenue, unos venezolanos nos hablaron de las leyendas que circulan por aquí, esas que despiertan el horror, pero también la curiosidad de los adolescentes que no tienen nada mejor que hacer, y que los abuelos narran a sus nietos con el propósito de transmitirles sus tradiciones orales y –también, claro–, para que dejen de armar bulla y se duerman con una pizquita de temor en la imaginación, bajo el embozo de las sábanas.

Nos hablaron de la bola de fuego, de la dama de blanco, del silbón, de Juan Machete, y de un montón de cuentos a cada cual más siniestro y sobrecogedor. Sin embargo, todos coincidían en que la más popular y aterradora de estas leyendas era la de la Llorona. Con esta historia, las madres venezolanas asustan a sus hijos amenazándoles con que si no las obedecen, vendrá la Llorona a buscarlos y a atemorizarles todas las noches.

Aunque hay distintas versiones, lo que nos contaron fue más o menos esto: la Llorona es el alma en pena de una mujer joven que se enamoró de un soldado. De la pasión de ambos nació una niña, pero el soldado abandonó a la mujer y como ésta no sabía cómo criar a su hija, desesperada por el llanto de la niña, la mató con sus propias manos. Cuando la joven fue consciente de su terrible acto, comenzó a llorar, a gemir y a gritar desesperadamente. Sus vecinos, al ver lo ocurrido, la maldijeron, y ella salió corriendo hacia las estepas de los llanos, convirtiéndose en un terrible espectro. Desde entonces vaga por los campos llorando de dolor y cuando entra en algún poblado o se encuentra con algún caminante los asusta gritando: “¡Mi hija, dónde está mi hija!”. Después, mata o vuelve locos a los hombres, mujeres o niños que son o han sido infieles…

viernes, 10 de diciembre de 2010

Patrimonio

Es de dominio público que Hugo Chávez y su familia son de ascendencia humilde y casi sin recursos, gente salida de las capas sociales menos favorecidas, humildes personas que tuvieron que luchar duramente por la vida allá en los llanos venezolanos. De eso se enorgullece en muchas de sus alocuciones el presidente y así lo recuerda cada cierto tiempo a su público televisivo cuando arremete contra los escuálidos adinerados de la oposición. Sin embargo, hoy nos encontramos con que, ¡oh sorpresa!, parece ser que los Chávez acumulan un patrimonio de casi 140 millones de dólares en los Estados Unidos, según ha publicado el diario mexicano La Razón.

Pero ¿cómo es esto?... ¿Acaso puedo fiarme de lo que ven mis ojos? ¿Será cierto lo que han averiguado los periodistas? ¿O será tal vez una más de las maniobras del Imperio para ensuciar el pío nombre del presidente y su familia? No sé qué pensar… Según asegura el diario, parece ser que los Chávez disponen de cinco cuentas bancarias en instituciones financieras de los Estados Unidos (¡será posible!) con un importe total de casi 140 millones de billetes que llevan garabateados el rostro de George Washington y no el de Simón Bolívar (¡oh, qué patraña!). El hermano Adelis encabeza la lista con 90 millones de dólares, seguido de Adán Chávez (gobernador, por cierto, del estado de Barinas) con 18 millones de dólares.

Lo más emotivo o conmovedor es que la mamá del ilustre presidente, Elena Chávez, tiene en su cuenta más de 16 millones del odiado billete verde. Los otros hermanos poseen el resto. El diario asegura además que “al amparo del poder, la familia del presidente lleva un estilo de vida que incluye joyas, autos, viajes y hasta armas”. ¡No! ¡No me lo puedo creer! ¿Será posible tamaña injuria? ¿Qué corporación o grupo de militares o endiablados políticos del malvado Imperio se esconden detrás de esta perversa y capitalista ignominia? ¿Se nos habrán convertido el comandante y toda su familia en una panda de escuálidos de esos que tanto critican?

jueves, 9 de diciembre de 2010

No me usarás en vano

Cuando llegamos a Caracas hace casi un año, era fácil encontrarse la cara del presidente Chávez en cualquier sitio: en una farola, en un soporte publicitario de la carretera, en un mural, en grandes pancartas propagandísticas, en los recibos de la electricidad, en los anuncios que el PSUV incluía en los periódicos, en los edificios públicos y en cualquier sitio donde pudiera caber su imagen de cenicienta de la revolución. Por aquel entonces, su rostro, sus gestos, su sonrisa de labios gruesos y su mirada entre prepotente e iluminada constituían un permanente asedio al ciudadano. Explotaban su “liderazgo” con la insistencia de la propaganda más burda y reiterativa.

Sin embargo, los meses han ido pasando y en este tiempo han ocurrido muchas cosas: cortes en el suministro eléctrico, escasez de alimentos, expropiaciones arbitrarias, devaluación de la moneda, inflación galopante, deterioro económico, contracción del precio del petróleo, alimentos podridos en manos de los militares, intervenciones de bancos y casas de bolsa, problemas diplomáticos graves con Colombia y Estados Unidos, pérdida de poder en las elecciones de septiembre y, por último, muertos y damnificados por las lluvias de noviembre. Todo esto ha hecho mella en la popularidad del jefe del estado y, por este motivo, hace tan sólo unos días Chávez ha decidido prohibir a través de una resolución gubernamental el uso de su nombre, de su figura y de su imagen en todo lo que tenga que ver con obras de infraestructura pública. La prohibición se extiende a "construcciones, edificaciones, establecimientos, recintos, instituciones educativas y médicas asistenciales de cualquier nivel, vías de comunicación, lugares públicos y cualquier tipo de inmueble".

La oposición venezolana y muchos de los ciudadanos han visto en este gesto un intento de Chávez para evitar que el pueblo lo vincule con la mala gestión de su gobierno. La pregunta es: ¿supone esta decisión el inicio del fin de un gobierno, unos líderes y un sistema antediluvianos?

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Peatones

Como da igual cruzar por un paseo de peatones o por el medio de la calzada, algunos viandantes caraqueños, aun con ciertas limitaciones, cruzan la carretera por donde pueden o por donde quieren. A veces, los guardias de circulación se ponen en medio, entre los coches ansiosos por seguir su trayectoria y el peatón indefenso que, desesperado por no poder ir al otro lado de la calle, decide aventurarse aun a riesgo de jugarse el tipo. Esta foto la tomó mi hermano desde el taxi en el que íbamos en una de las avenidas que dan a la céntrica Plaza de Francia. A la derecha de la foto, aguardaban impacientes los carros por seguir su camino, tocando, eso sí, sus estrepitosos cláxones sin cesar.

martes, 7 de diciembre de 2010

La Niña

Después del Niño llega la Niña, o lo que es lo mismo: a un período fuerte de sequía le sucede uno intenso de lluvias. Así lo explicaban ya los meteorólogos venezolanos allá por el mes de julio. Sin embargo, el gobierno parece que ha desoído las voces de alarma de los expertos y, en su habitual política de improvisaciones, ha decidido esperar a ver qué pasaba. Y lo que ha pasado es que las lluvias llegaron y se han quedado más de lo que suele ser habitual, y durante las últimas tres o cuatro semanas ha llovido lo que hacía muchos decenios no llovía. Las consecuencias: derrumbes de casas, deslaves en las montañas, carreteras colapsadas, inundaciones calamitosas, barriadas anegadas, 90.000 personas damnificadas, 35 fallecidos, gentes humildes refugiadas en hoteles y en grandes centros comerciales que han sido ocupados por orden de Chávez, pillería generalizada, clases escolares suspendidas, ríos desbordados, calles bloqueadas, muros derribados y mucha, mucha impotencia generalizada.

En un acto de populismo habitual, vimos a Chávez dirigirse, altavoz en mano, a las masas de gentes que han perdido todo en el estado de Miranda y decirles que no se preocupasen, que la revolución socialista y el gobierno bolivariano están dispuestos a construir viviendas en las faldas de la montaña que separa a Caracas del Mar Caribe para entregarlas a los miles de afectados por el temporal, que deberán permanecer en los refugios al menos un año. Se enorgulleció de que ya había hablado con el embajador venezolano en Pekín para encargar frigoríficos, cocinas y lavadoras made in China, y, para rematar la faena, parafraseó las palabras que Bolívar pronunció cuando el terremoto de 1812 arrasó Caracas: "Si se opone la naturaleza, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca".

lunes, 6 de diciembre de 2010

Los Próceres

Con la idea de hacer una especie de Campo de los Elíseos se construyó el Paseo de los Próceres en Caracas en los años 50. Este paseo, que tiene una distancia de más de dos kilómetros de largo, es un homenaje a los padres de la patria de Venezuela, quienes consiguieron su liberación e independencia en cuatro batallas decisivas: la de Carabobo, la de Ayacucho, la de Boyacá y la de Pichincha. Está ubicado al sur de la ciudad, a continuación de la Universidad Central de Venezuela, en la estación de metro Los Símbolos, y está al lado del Fuerte Tiuna, el complejo que alberga la Academia Militar de Venezuela, y que constituye una de las dos residencias de Chávez. La otra es el Palacio de Miraflores.

Aquí es donde se celebran los imponentes desfiles militares, donde se concentran los partidarios del gobierno y donde se conmemoran los grandes momentos de exaltación patriótica. Los fines de semana es frecuente ver a familias paseando, ciclistas, patinadores y corredores ejercitándose en los aledaños del Paseo.

El Paseo de los Próceres impresiona, sobrecoge por su amplitud y magnificencia, sus fuentes como espejos acuáticos, las esculturas, copas y copones que recuerdan el período helenístico, en el que se basó el dictador Pérez Jiménez para resaltar su doctrina del Nuevo Ideal Nacional, los jardines y elementos barrocos, las gradas para el público asistente y, sobre todo, los cuatro monolitos y estatuas de mármol blanco y negro que exaltan a los héroes que independizaron la nación: Bolívar, Páez, Arismendi, Sucre, Miranda, Urdaneta, etc.

sábado, 4 de diciembre de 2010

La justa guerra

Así representa el gobierno la opresión del pueblo venezolano por parte de los españoles hace más de 200 años en este mosaico que encontramos en el Paseo de los Ilustres: aguerridos y brutos soldados españoles que, en nombre de la Iglesia y sus símbolos, oprimieron y esclavizaron a los indígenas caribes, mediante la fuerza de sus lanzas y espadas, el uso de las hogueras y los incendios, y la esclavitud de las familias indefensas. Todo ello en nombre de un decreto colonial que portan dichos militares, como se puede ver en el pliego que lleva uno de ellos: “La justa guerra. Requerimiento”.

La Historia es la que es, y los españoles fuimos atroces con los pueblos adonde llegamos, como lo fueron otras metrópolis y otros países con sus colonias. Pero lo que me llama la atención es que, doscientos años después, aún sigan utilizando esta simbología de la opresión para galvanizar a un pueblo que pretende luchar contra el imperio y los nuevos colonizadores del siglo XXI. Es como si en España los políticos intentaran motivarnos con iconos e imágenes de nuestra resistencia a los franceses en la guerra de la independencia de 1808.

viernes, 3 de diciembre de 2010

La Estancia

En medio del bullicio permanente de Caracas, en plena avenida Francisco de Miranda, hay una hacienda de café con más de 220 años de antigüedad que fue propiedad de la familia de Simón Bolívar hasta 1895. La Estancia es hoy un reducto cultural de PDVSA, la petrolera estatal venezolana, que alberga un museo con obras de artistas autóctonos y exposiciones temporales en las que el gobierno aprovecha para hacer algo de proselitismo ideológico, a través de tres corrientes artísticas: el diseño industrial, el diseño gráfico y la fotografía.

El día que nosotros vamos está nublado y medio lloviznando, con lo que resulta una buena opción para ver la exposición que contiene. Se trata de la historia del petróleo de Venezuela y de la OPEP, la Organización de Países Exportadores de Petróleos, ese conglomerado de pueblos dispares unidos por el oro negro que, cuando las cosas les van mal, se dedican a presionar los precios al alza para fastidio del resto del mundo. La exposición tiene un marcado cariz ideológico, contraponiendo en todo momento la gestión y la explotación del petróleo antes y después de la revolución bolivariana.

Lo más interesante, sin embargo, es la historia de La Estancia y su entorno: sus edificaciones de estilo colonial, sus caballerizas, sus patios amplios, sus grandes ventanales de madera, sus galpones donde se conservaba el grano y, por supuesto, sus esplendorosos jardines que rodean la finca. Pero también los sótanos y los túneles que comunicaban la hacienda con el resto de la ciudad, de norte a sur y de este a oeste, donde, según nos cuentan, vivían y morían los esclavos, en esas oquedades subterráneas, húmedas y más bien atroces.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Escaparates navideños

Así son los escaparates navideños de Caracas: gorros de Papá Noel combinados con bikinis para el calorcito del Caribe. Todo un mundo de contrastes.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Perrocalenteros

Los perrocalenteros son una institución gastronómica de Caracas. Están esparcidos por toda la ciudad, en todas las esquinas. Sus salchichas retozan en las planchas vapuleadas a la espera de ser acompañadas por las papas fritas, el repollo o el queso rallado, y sus botes de salsas son de lo más variopinto: mayonesa, kétchup y mostaza, claro, pero también salsa de soja, de ajo, tártara, refrito criollo, guasacaca, rosada y picante, entre otras. Impresiona ver las docenas de huevos apelotonadas unas encima de otras. Por supuesto, nada de refrigeración, nada de conservación en frío y todos esos melindres del mundo del más allá, el de los escuálidos capitalistas que se la cogen con papel de fumar. Ni siquiera los permanentes treinta grados que hay a mediodía los hacen recular en sus costumbres higiénicas.

Los perritos calientes son la devoción de los caraqueños. Los grupos de desaforados clientes se agolpan a la hora de comer (y en realidad a cualquier hora) ante los maestros perrocalenteros. Suele haber tres o cuatro dependientes en cada puesto, y en muchos casos, doy fe, no dan abasto. El puestecito, que tiene su toldito –eso sí–, debe medir tres metros o así de largo, de manera que cada vendedor se debe apañar en poco menos de un metro, lo que da idea de sus habilidades y destrezas en el arte de tan suculenta comida callejera.

Los perritos calientes son baratos y, por muy asombroso que resulte, hay puestos en los que al pagar tienes que dar tu nombre, tu cédula de identidad y tu número de teléfono (como se hace en la inmensa mayoría de los comercios del país) para que puedan hacerte tu factura. Ellos, al final del año fiscal, deben presentarla ante el Seniat, su agencia tributaria. De vez en cuando los propietarios de los puestos –el Cuñao Fast Food; el carrito Mini Lunch; la Salchicha Speedy– protestan porque se consideran “mercado informal” y, dado el cariz de la revolución, deberían tener por deferencia un mejor tratamiento fiscal que el resto, ya que el perrito caliente (o hot dog, como lo llaman los imperialistas yanquis) es una institución culinaria tan venezolana como puedan ser las cachapas o las arepas.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Maza Zavala

Tenía el encorvamiento propio de su edad, el de sus 88 años, unas manos huesudas que movía con mucha parsimonia, tan lentamente como expresaba sus pensamientos y sus opiniones. Su nariz era protuberante y sus orejas grandes, el cráneo, prominente, y su mirada, conciliadora. Te recibía en mangas de camisa, una camisa blanca que dejaba trasparentar debajo una camiseta de algodón de tirantes. Sentado delante de su escritorio, con la inmensa biblioteca al fondo, te recibía con un “¿Cómo está, colega?”.

Fue economista, director del Banco Central de Venezuela antes y durante el gobierno de Chávez, miembro de la Real Academia de Ciencias Económicas, profesor universitario, diputado, periodista, columnista, autor de libros de historia económica y socialista convencido. Lo conocí una mañana del mes de marzo en su casa de Los Caobos, cerca de la Plaza de Venezuela. Le hice una entrevista que duró casi dos horas, y opinó sin pelos en la lengua sobre el gobierno, sobre Chávez, sobre sus políticas económicas, sobre el disparate que se estaba llevando a cabo en nombre del socialismo marxista, del que él se consideraba un estudioso y un entusiasta. Fue crítico con el capitalismo de occidente y se declaró autor de poemas y relatos que guardaba para sí. Me pareció un hombre íntegro, honrado, sencillo, intelectualmente vigoroso. Domingo Felipe Maza Zavala murió hace unos días en su casa de Caracas, mientras trabajaba con denuedo en sus artículos semanales y atendía todo tipo de peticiones de periodistas a los que saludaba con un “¿Cómo está, colega?”.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Salvador Garmendia

Siempre he sentido una atracción especial por los escritores marginales, aquellos que a fuerza de lucha, tesón y constancia lograron salirse con la suya: inmolar su vida a la literatura a pesar de las adversidades personales. Uno de estos escritores es Salvador Garmendia, un fabuloso cuentista venezolano que es casi desconocido en nuestro país.

Salvador Garmendia nació en Barquisimeto, en el estado de Lara, en el año 1920 en el seno de una familia de recursos escasos. Desde muy joven padeció problemas respiratorios, hasta que a los quince años de edad le diagnosticaron una tuberculosis que le postró en cama durante mucho tiempo. Fue en aquella época cuando leyó La montaña mágica, de Thomas Mann, y las aventuras del joven Hans Castorp –también tuberculoso, que intenta curarse en el sanatorio Berghof de Davos– le causaron una profunda impresión: “Ésa era mi situación –cuenta en una entrevista–, todo lo entendía: la tos de Hans, el sanatorio. Fue tremendo. Además, daba la casualidad de que mi abuelo, Ezequiel Garmendia, se murió en Suiza, víctima de la tuberculosis. Murió en ese sanatorio y lo enterraron ahí, en ese cementerio”.

Garmendia pasó tres años en cama y cuando quiso reincorporarse a la vida cotidiana, su tren había pasado: no pudo ir al instituto ni tampoco a la universidad. Tenía siete hermanos y un padre que los dejó abandonados. Con estos mimbres, el joven decidió marcharse a Caracas y comenzó a ganarse la vida como pudo, malviviendo en cuartuchos de pensiones inmundas. Escribió para revistas, hizo guiones para los seriales radiofónicos y para el cine. Entretanto fue escribiendo sus más de 400 cuentos, cuentos fantásticos, poéticos, urbanos, todos ellos finas exploraciones sobre la inadaptación y el fracaso, como los que se recogen en el libro No es el espejo, publicado por Alfaguara.

En 1972, recibió el Premio Nacional de Literatura y en 1989 obtuvo el Premio Juan Rulfo por el cuento “Tan desnuda como una piedra”. Escribía porque necesitaba responder a un íntimo impulso de escribir, porque creía que estaba obligado a expresar determinada realidad, a indagar en la memoria colectiva y personal. Fue colaborador del periódico El Nacional y director de varias revistas, y al final de su vida murió completamente ciego por culpa de una diabetes voraz y por un cáncer de garganta que lo fue devorando sin compasión durante los dos últimos años de su existencia.

martes, 23 de noviembre de 2010

Recomendaciones

Las crónicas de sucesos son la sal de la vida de los periódicos venezolanos. No incluyo en la categoría de sucesos las noticias de la política nacional y los disparates, tropelías y arbitrariedades del gobierno, que bien pudieran considerarse tales, sino exclusivamente aquellas noticias relacionadas con los robos, los asesinatos, los estupros y los plagios.

Las crónicas de sucesos son siempre relatos muy vivos, plásticos, encarnizados, un poco barrocos. Los periodistas venezolanos se gustan narrando los hechos truculentos del hampa y dejan aflorar sus dotes literarias, emulando un estilo con resonancias de García Márquez o Truman Capote. A veces, esas crónicas vienen acompañadas de grandes cuadros de apoyo donde se dan consejos y advertencias para no caer víctima de los malandros y la delincuencia.

Ayer, en uno de los principales periódicos del país, venían estos consejos para evitar ser secuestrado en Venezuela, una especia de manual elaborado por la policía y difundido por los medios donde se enseña a prevenir y a comportarse si uno resulta plagiado:

-Mantenga un perfil bajo: no use joyas y salga en carros discretos, mejor si sale en grupo.

-Evite salir en las noches, más si es a lugares apartados que no conozca.

-Avise a su familia cuando salga de casa a dónde va: mantenga un sistema de comunicación ágil y seguro con sus allegados.

-Esté atento a lo que ocurra a su alrededor: detecte personas extrañas, carros sospechosos y si es necesario avise a la policía.

-Cambie sus rutinas: no salga a las mismas horas de casa o del trabajo, sea impredecible.

-Sea prudente: no hable con el personal que tiene en casa y oficina acerca de sus posesiones, y verifique, a ser posible, si esas personas tienen antecedentes.

-Sea discreto: no coloque en redes sociales datos o fotos que puedan ser atractivas para delincuentes.

-No se detenga: no dé asistencia a nadie ni atienda solicitudes de motorizados. Si quiere ayudar aléjese del lugar y llame a la policía o bomberos.

-Si lo interceptan: trate de huir, prenda la alarma, toque corneta, llame la atención y si lo trancan, choque el vehículo que lo cierra en la parte media porque eso lo va a inutilizar.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Cascanueces

El escritor romántico alemán E.T.A. Hoffman escribió un cuento fantasmagórico titulado “El cascanueces y el rey de los ratones” a principios del siglo XIX. Casi 80 años después, Tchaikovski le puso música y lo convirtió en un ballet famosísimo que se estrenó en diciembre de 1892. Desde entonces ese ballet se asocia en muchos países de occidente a la Navidad, porque cuando llega esta época del año es cuando más se representa.

El argumento es éste: una noche de Navidad, Clara, la protagonista del cuento, recibe como regalo un cascanueces de manos de un amigo de su padre, un hombre que se había dedicado a matar a todos los ratones de palacio. Ante tal monstruosidad y como venganza, la Reina de los Ratones convierte a su sobrino, Hans, en un feo muñeco cascanueces. Clara queda cautivada por su nuevo muñeco. Una noche el salón de su casa se llena de ratones y, ante la amenaza que representan, su muñeco viene a salvarla. Sólo entonces todos sus muñecos cobran vida y su casa se convierte en un agitado campo de batalla. Con la ayuda de Clara, el Cascanueces mata al Rey Ratón y se convierte en Hans de nuevo. Luego comienza un viaje increíble y fantástico que les conduce por distintos reinos mágicos.

Esto no nos lo cuenta la dependienta de la tienda en la que compramos nuestro cascanueces, un bello muñeco de madera que viste como un excursionista escocés, con su bastón y su pantalón a cuadros y su mochila y su luenga barba gris. Lo único que la dependienta puede decirnos cuando le preguntamos que de dónde viene esta tradición de los cascanueces en Venezuela es que no tiene ni idea, pero que en los últimos años ha ido en aumento y que ahora forma parte indisoluble de la Navidad venezolana. Y es cierto: uno recorre las calles y las tiendas, y los cascanueces están presentes en los escaparates, en las puertas de los establecimientos, en las vitrinas, pero también se pueden ver en los lobbies de los edificios, en los adornos navideños de las casas, en los mostradores de las luncherías. Y es que en este mundo globalizado hasta los sencillos cascanueces ideados por un escritor alemán se pueden convertir en el icono de la Navidad de un país caribeño.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Nóminas paralelas

Un nuevo caso de corrupción afea el currículum de la revolución chavista. Resulta que el director de Recursos Humanos de Mercal, una red de mercados establecidos por el Gobierno, que se dedica a vender los alimentos más básicos a un 60% por debajo del precio normal, ha sido denunciado por pagar presuntamente con nóminas paralelas a sus empleados, además de entregar los famosos tickets de comida a personal ajeno a la empresa y desviar recursos públicos a sus bolsillos.

El escándalo está servido, claro, pero lo mejor resulta cuando uno lee los informes del Ministerio de Alimentación donde se recoge que hasta el año pasado Mercal ha sido denunciada en más de 500 ocasiones debido a todo tipo de corruptelas: venta ilegal de alimentos; especulación con vendedores informales enviados por la propia dirección de Mercal a comprar los productos que más escasean, como la leche, el azúcar o la harina, y después, una vez acaparados, venderlos con sobreprecio; pagos de hasta 40.000 bolívares por viajes de trabajo que no se realizaban; sueldos a personas que no pertenecían a la empresa; pagos de nóminas a empleados fantasmas; y un larguísimo y aburrido y corrupto etcétera.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Autorretrato caraqueño

Éste soy yo, con mi periódico y mi cámara de fotos en ristre, recorriendo sin cesar las calles de esta ciudad, una sombra siempre atenta a lo que pueda ocurrir.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Antirrevolucionario

El 5 de febrero de 2010 Venezuela se enfrentaba a México en la Serie del Caribe de béisbol, en el estadio Guatamare de Nueva Esparta. Aquel día, Miguel Hernández (que no tiene nada que ver con el poeta alicantino), mecánico de 49 años, residente en Margarita y padre de familia, decidió ir al estadio vistiendo una camiseta con un mensaje que parecía sacado de un poema de Bukowski: “Me cago en la revolución”. Ese día, la Guardia Nacional, ese simpático y amable cuerpo al servicio del Estado, lo apresó, un fiscal lo llevó a un tribunal y un juez lo condenó a presentarse cada 30 días en las dependencias de la comisaría más cercana. Ayer se supo, además, que el mes que viene empezará un juicio contra el humilde Miguel Hernández, que sin ser poeta aquel día se sintió traspasado por las musas y ahora está pagando los excesos de su arte.

El Ministerio Popular considera la franela como una “ofensa a los jefes de gobierno, lo que está tipificado en el Código Penal” y, por ello, ese padre de familia, casi poeta, será enjuiciado sin más dilación. “Yo no quise ofender a Hugo Chávez, sólo dije lo que pienso. Yo, a esta revolución, no la quiero, no me gusta y lo voy a decir aquí y donde sea”, se defendió ante los micrófonos de la prensa. Y esbozó una última poética: “En esta revolución todo es posible, pero con el miedo no se forja el futuro. Si tenemos miedo de decir lo que pensamos, ¿qué país le vamos a dejar a nuestros hijos?”.

martes, 16 de noviembre de 2010

Gaitas

Yendo en un taxi, el conductor me ha dado una charla teórico-práctica de las gaitas. Teórica, porque la hora que ha durado el trayecto se ha dedicado a hablarme, contarme y describirme las excelencias, la historia y la cultura que subyace al género de las gaitas. Y práctica, porque después de haberse tirado más de veinte minutos buscando una emisora, por fin ha dado con una de Maracaibo con la que me ha podido ilustrar, bien cantando él o bien señalando en el aire con el dedo un párrafo de la letra o una estrofa musical.

Lo que me ha contado ha sido poco más o menos esto: las gaitas son un tipo de música original del estado del Zulia, típicamente navideña, jacarandosa, chisposa y festiva, con letras satíricas y críticas hacia el poder, pero también con un importante trasfondo religioso, ya que casi todas hablan y ensalzan a la Virgen de Chiquinquirá, la Chinita, una virgen a la que los oriundos del Zulia le deben su santa devoción y cuyo rasgo más sobresaliente es, claro está, sus ojos rasgados.

Lo mejor de las gaitas, según el taxista, es que ahora, en plenas navidades (aquí las luces y las flores de pascua y las coronas y los árboles están puestos ya desde primeros de noviembre, aunque según su opinión este año van tarde), transmiten como ninguna otra cosa la alegría de vivir que tienen todos los venezolanos, porque aquí “somos un pueblo alegre, con ganas de rumba siempre, y en Navidad la gente se echa sus buenos tragos y se ríe sin parar al son de las gaitas. La gaita es lo que hace que esto se viva con más intensidad”.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Hotel Humboldt

Arriba, en lo alto de El Ávila, coronando la ciudad, con su porte engañoso pues parece resplandecer y estar lustroso de lejos, pero en realidad está arruinado y con una pátina de decadencia que barniza su fachada y sus interiores, se encuentra el hotel Humboldt, un icono de la arquitectura venezolana de los años 50. Cada mañana, desde la ventana de nuestra casa, vemos cómo las nubes y la niebla lo engullen literalmente y cómo, en las noches serenas y claras, brillan sus luces, como un faro para las aeronaves que de vez en cuando pasan por allí.

Fue mandado construir por el dictador Marcos Pérez Jiménez y se dice que su objetivo era servir como punto estratégico militar, un poco al estilo de las ciudades fortificadas que los árabes construían en los promontorios españoles. De esta manera, ante un hipotético ataque, a través del teleférico se podían movilizar casi ochocientos soldados a la hora, cosa que no estaba nada mal. Hoy en día el acceso al hotel se sigue haciendo de la misma forma: o bien a través del teleférico o bien a través de las camionetas que se toman en el barrio de Cotiza, en la parroquia de San Bernardino.

A mí el hotel me encanta, pese a que las obras de remodelación van lentas y no se sabe si finalizarán algún día. En cualquier caso, el Humboldt sigue pareciendo un hotel abandonado. Tiene ese aire como de balneario centroeuropeo, donde las familias aristocráticas se retiraban a pasar los veranos calurosos. Pero también tiene ese porte como de hotel fantasma, abandonado a la suerte de los moradores del más allá. La leyenda cuenta también que en las noches más espesas o lúgubres se puede oír al fantasma de la amante del general Marcos Pérez Jiménez, quien en un arrebato de probidad sentimental se arrojó al vacío desde la planta séptima del hotel por no poder soportar haber engañado a su amante, el dictador, con el cocinero del hotel. Pero eso pertenece ya al terreno de la leyenda…

jueves, 11 de noviembre de 2010

Videoclub

Al fondo de un pasillo, en un recodo medio escondido del centro comercial San Ignacio, en una entreplanta, hay un videoclub de lo más peculiar. Vamos caminando y cuando lo vemos nos damos un codazo, como si hubiéramos descubierto un tesoro.

–Anda, mira –nos decimos–, un videoclub.

Entramos y nos ponemos a ojear. El material es de lo más surtidito: DVD, Blu-Ray, películas de estreno, series completas por temporadas, filmes clásicos, por géneros, etc. La disposición de los anaqueles es impecable y el orden, exquisito. Pero lo mejor son los precios: un DVD te lo llevas por un euro y el último estreno de Hollywood en Blu-Ray lo compras por cinco euros. Qué chollo, pensamos. Las carátulas vienen plastificadas, pero cuando las miras con un poco de detenimiento ves que el papel del cartel está mal recortado y que no cubre todo el espacio que debiera. Sólo entonces te das cuenta de que estás en un videoclub pirata, como un top-manta pero en tienda.

–Oye –le preguntamos al dependiente–, estas películas ¿son originales?

–Claro, papá, aquí todo lo que vendemos es original, tenemos estrenos y series, lo que quieras.

–No, me refiero a que si son copias o son películas originales.

–Ah, no, helmano, nosotros somos serios, trabajamos con material de primera. Si yo vendiese copias en mal estado, de esas que se graban en los cines, se me acabaría el business.

–¿Pero esto… es legal? –le preguntamos ingenuamente.

–Claro, papá, aquí en Venezuela esto es legal, porque yo no las exhibo en público, es sólo que las vendo y ya está.

–Ah.

–El gobierno te da chance de hacer esto. Yo antes tenía un Blockbuster pero quebró, la gente no alquilaba. Internet nos hizo mucho daño. Ahora lo hago así: hago copias de calidad y la cosa va mejor –hace una pausa y nos señala una balda–. Miren, tengo Hermano, Habana Eva, Celda 211, Comer, rezar, amar. Lo que quieran, son estrenos.

–Gracias –le decimos–, vamos a echar un vistazo.

Nos ponemos a ello y, cuando miramos de arriba abajo, nos quedamos impresionados. No estamos convencidos de la calidad, aunque el dependiente nos asegura que cada copia pesa cuatro gigas. Al final nos llevamos una para probar. Cuando estamos pagando, nos dice:

–Ustedes son artistas ¿verdad? –sonríe mostrando una mueca de complicidad–. Ya lo decía yo, según hablaba con ustedes: los señores por lo menos son artistas.

–Bueno, estamos en ello –le digo yo–.

–¿Qué son: cineastas, fotógrafos, pintores?

–No, yo periodista y ella química.

–Ah –exclama con cierta complacencia–, no andaba yo muy equivocado.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Yo no vengo a decir un discurso

Aquí al lado, en Bogotá, los falsificadores de libros sólo han necesitado cuatro días para poner en circulación el último volumen de Gabriel García Márquez, Yo no vengo a decir un discurso. Por lo visto, en la capital colombiana circulan a todo trapo las copias en papel de mala calidad y tapa blanda, y los lectores se abalanzan sobre los tenderetes que la distribuyen ilegalmente en las plazas y calles del centro de la ciudad, a muchísimo menos de la mitad del precio del ejemplar legal: 4,40 dólares frente a los 17,60 que cuesta adquirirlo en una librería.

En Caracas de momento yo no he visto nada parecido, pero tampoco me extrañaría si ocurriese algo así, dado que el precio de los libros es inasequible para la mayoría de los ciudadanos, teniendo en cuenta el salario medio. Un ejemplo: el último libro de Vargas Llosa vale 130 bolívares (unos 37 euros al cambio oficial), mientras que el salario mínimo es de 1.400 bolos (unos 400 euros), es decir, cuesta casi un 10% de lo que una persona obtiene por su trabajo al mes, algo totalmente descabellado. Pero claro, estamos en lo de siempre: los restaurantes están llenos, en los estadios de béisbol no cabe un alfiler, las calles están saturadas de carros, los centros comerciales de compradores, todo el mundo tiene su blackberry, etc, etc, etc. Yo no vengo a decir un discurso, pero a lo mejor cuando se trata de gastar dinero en libros, ponemos todos el grito en el cielo.

martes, 9 de noviembre de 2010

De embajadores y aeropuertos

Todo embajador, al ser designado por el gobierno de turno, es necesariamente proselitista. Ese proselitismo a ultranza va en el cargo y en los honorarios. Vamos, que para eso le pagan. De ahí se entienden actitudes tan deplorables como la del embajador venezolano en España quien, hace un par de días, ha montado un numerito denunciando a la Policía Nacional por haberle retenido el pasaporte y haberle “maltratado de forma verbal” en la Terminal 1 cuando llegaba a Madrid procedente de Caracas.

La versión del embajador Isaías Rodríguez es ésta: un agente le trató de forma “manifiestamente hostil y con un tono de voz irrespetuoso” y le gritó “apártese” cuando trató de mostrar su pasaporte para ser sellado. Tras identificarse y protestar por este trato, “varios policías uniformados lo rodearon y le pidieron el pasaporte”, documento que “retuvieron indebidamente durante quince minutos” antes de devolvérselo. Este incidente es una “prueba más de la actitud hostil, poco educada y maltratadora de algunos funcionarios de Barajas hacia los venezolanos que viajan a España”.

La versión de la Policía Nacional es esta otra: el embajador no se identificó como el máximo responsable de la legación diplomática venezolana hasta el último momento, propiciando una situación “incómoda para el resto de ciudadanos que transitaban por el control de documentación, retrasando este trámite y, por último, elevando el tono de voz mientras se identificaba verbalmente como embajador. Previamente protagonizó otro incidente, al pretender emplear un acceso reservado a las tripulaciones de las aeronaves de aquella terminal”.

Lo que hay de trasfondo es, sin duda, la lucha encarnizada que mantienen ambos gobiernos, el español y el venezolano, por el etarra Arturo Cubillas, que ejerce en el Ministerio de Tierras de Venezuela y quien, después de ser acusado por dos etarras como supuesto enlace entre ETA y las FARC, se acoge a su condición de ciudadano nacionalizado en Venezuela para eludir el juicio que le quieren hacer en Madrid. Al hilo de esto, el embajador Isaías Rodríguez declaró que los presuntos miembros de ETA podían haber sido torturados por la policía española para confesar que recibieron entrenamiento en Venezuela con la ayuda de Cubillas.

No sabremos nunca qué fue lo que sucedió realmente en la T1. Si la Policía Nacional actuó con prepotencia y mala educación, evidentemente debe ser reprendida. Pero no sé por qué en este caso tengo mis dudas respecto a lo que cuenta el diplomático.
Ya me gustaría a mí y a todos los españoles que viajamos a Venezuela tener el poder mediático que tiene el proselitista embajador venezolano para difundir las aberraciones, las degradaciones, el temor, el estado dictatorial y el clima de acojone que imponen los militares de la Guardia Nacional en el aeropuerto de Maiquetía, donde que se lleven tu pasaporte durante no quince sino treinta minutos, que te interroguen sistemáticamente presumiendo que eres culpable, que te amenacen con ir a prisión, que te saquen del aeropuerto y te lleven a un hospital a hacerte radiografías, que te bajen a un hangar donde te revisan la maleta y luego aparece una persona que no estuvo presente durante el registro y afirme que ha sido testigo de que no te han metido nada en la misma y firma un documento sosteniendo tal cosa, un aeropuerto donde las patrullas de niñatos vestidos con uniformes verde oliva y metralletas de repetición es el panorama común, donde los viajeros tienen que mirar al suelo y evitar cruzarse con las miradas acusatorias de esos militarotes revolucionarios de tres al cuarto, donde las mujeres que viajan solas son acosadas permanentemente y llevadas a cuartos donde se les revisa el equipaje una y otra vez, donde te sacan la cartera y te manosean los billetes y hacen como que se los van a quedar, donde te huelen (no los perros, sino los militares) los libros que llevas y los zapatos y la ropa interior, donde te hurgan los champús y los geles con el primer plástico que se encuentran en el suelo para ver si llevas droga en los envases, donde todas estas cosas son el pan nuestro de cada día, ahí, me hubiera gustado ver al embajador de Venezuela en España. No me imagino qué hubiera dicho si hubiese sufrido el trato que recibimos los españoles cuando viajamos a su país.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Los Roques

Estuvimos unos días en Los Roques, el verdadero paraíso caribeño de Venezuela. Enclavado a más de 160 km de la costa venezolana, la llegada al archipiélago es espectacular: desde la avioneta se contemplan ya las increíbles playas paradisíacas, con sus aguas azul turquesa y sus orillas de arena blanca, las palmeras aguerridas y los cayos y los médanos silenciosos, repletos de tortugas, estrellas de mar, langostas y moluscos.

No sabría definir muy bien cuál es el tipo de turismo que se hace en Los Roques: está claro que para los venezolanos es un destino caro y exclusivo, pero en realidad (para un turista extranjero) no lo es, por cuanto los servicios y las posibilidades que ofrece la isla son muy limitados, pero no por ello menos encantadores. Es una verdadera delicia alojarte en la posada atendida generalmente por italianos (la nuestra, Albacora, estaba regentada por una familia muy peculiar de Milán), desayunar y cenar en sus agradables terrazas o porches, pasear por las calles sin asfaltar de la isla, ver a todos sus habitantes caminar descalzos, despreocupados, haciendo sus vidas al margen del mundanal ruido: jugando a un curioso bingo compuesto de dibujos en vez de números o dándole al deporte nacional, el béisbol. El día a día de la isla para un visitante es muy sencillo: llegas a la posada, el posadero te prepara una cava (una nevera) con comida y aperitivo para pasar el día en alguno de los cayos cercanos, luego vas al muelle, tomas una embarcación a motor y te trasladan al islote que tú elijas, siempre dependiendo de los pronósticos del tiempo: Madrizquí, Francisquí, Noronsquí, Crasquí, Cayo del Agua, etc. Una vez que te dejan allí, las opciones son: tumbarse al sol, bañarte en sus increíbles y templadas aguas azul celeste, hacer snorkel, bucear o recibir clases de kite-surfing. Pasas el día entero en el cayo y, al regreso, ya al anochecer, lo mejor es irte a alguna de las terrazas medio hippies que hay en la playa a tomarte algo mientras observas la espectacular puesta de sol y esperas, sin prisa y con toda la calma del mundo, a que preparen la cena para, después, irte a dormir.Claro que no todo fue tan idílico: el último día nos tocó vivir los coletazos del huracán Thomas y la travesía desde Francisquí hasta el Gran Roque fue de película de terror: estábamos en un cayo donde la única construcción “firme” era un chiringuito de madera que temblaba con cada golpe de viento; vinieron a buscarnos en una lancha en la que no había chalecos salvavidas para todos y, cuando salimos hacia el Gran Roque, el temporal nos cogió en mitad del mar; la lluvia caía a ráfagas laterales, violentamente, y las olas (en un sitio donde casi nunca las hay) alcanzaron los dos metros. No pudimos llegar al muelle, así que nos dejaron en la otra punta de la isla, junto a la pista del aeropuerto y tuvimos que caminar más de veinte minutos (no porque la posada estuviera lejos, sino porque el viento no nos dejaba avanzar) hasta llegar, totalmente empapados, a nuestra posada. Para colmo, cuando llegamos no había luz ni agua caliente, pero menos mal que el posadero tenía un generador independiente y pudimos ducharnos sin problemas. Pasamos el resto del día en la posada, viendo el partido del Inter de Milán, tomando cafés y leyendo repanchingados en la chaise-longue de la terraza.

viernes, 29 de octubre de 2010

Y la ganadora es...

Anoche por fin se celebró el certamen más esperado del año: Miss Venezuela. Hay nueva reina y se coronó, por primera vez en la historia, en la ciudad de Maracaibo. Hasta allá se fueron los organizadores de la ceremonia por ahorro de costes, ya que el Poliedro de Caracas este año quería cobrarles más de un millón de dólares.

El concurso estuvo revestido del característico glamour y de la psicodelia propios de este tipo de eventos: grandes escenarios, artistas reconocidos haciendo actuaciones, presentadores famosos (uno de ellos, Boris Izaguirre, cómo no), retransmisión en cadena nacional, anunciantes que ponen millones de bolívares sobre la mesa para emitir sus spots en los segundos más valiosos de la televisión venezolana (un poco al estilo del primer anuncio del año en España o los comerciales que se emiten durante la super bowl americana), etc, etc.

"La disciplina es lo que identifica al Miss Venezuela, es una responsabilidad muy grande estar aquí", afirmó Osmel Sousa, el presidente del certamen, quien decide para cada una de las 28 finalistas los cambios de peso, peinado, maquillaje o dentadura que se deben realizar, así como los "errores de la naturaleza" que deben ser corregidos con una operación, financiada siempre por el concurso. "Esto es un concurso de belleza, no de naturalidad", recalcó el semidios Osmel Sousa en una entrevista, haciendo hincapié en que recurrir a la cirugía estética es algo normal en este certamen.

El show duró 4 horas en las que las misses hicieron todo lo que se esperaba de ellas: desfilar, lucir palmito, exhibirse con sus mantas guajiras, mostrar el resultado de su trabajo en el gimnasio y la efectividad de su dieta pobre en grasas (también sus operaciones subvencionadas, claro), caminar sobra la alfombra roja en traje de baño y, lo más esperado, responder a las preguntas del jurado para mostrar sus altas dotes intelectivas y de expresión. Hubo para todos los gustos, pero al final, después de todo este barullo, la ganadora, la que finalmente ha arrebatado su tiara a Marisela Gibson, la que vivirá un año de locura, de viajes, de pasarelas y entrevistas, fue Miss Miranda, Vanesa Gonsalves.

jueves, 28 de octubre de 2010

Aló, Ciudadano

¿Cuánto cuesta Aló, Presidente? ¿Cuánto les cuesta a los ciudadanos que el presidente Chávez dé la murga domingo tras domingo desde sus cutrecillos y espasmódicos sets improvisados a lo largo y ancho del territorio venezolano? Pues cada una de esas emisiones cuesta la friolera de 152.000 bolívares, esto es, nada menos que 42.000 euros al cambio oficial. Proyectado para todo el año, los 44 programas de Aló, Presidente tienen un coste total de 1.848.000 euros. No está mal.

¿Cómo justifica estos gastos el Ministerio de Comunicación e Información? Pues con esta bonita frase propagandística: “para que el mandatario siga en contacto con el pueblo y el pueblo con él (…). El objetivo es crear mecanismos para ampliar la participación del soberano y mantener el contacto directo con el Jefe del Estado”. Y añade: “de esta manera se establecen mecanismos que permiten aumentar el posicionamiento de la agenda del gobierno y disminuir la contraofensiva comunicacional”. Traducido al román paladino: propaganda contra los escuálidos opositores y los subversivos de derechas.

Lo más cachondo es cómo se reparte ese presupuesto: 224.000 euros para personal, 37.000 euros para gastos de material y suministros y el resto (1.580.000 euros) para los denominados “servicios no personales”. No sabemos qué es esto de “servicios no personales”, pero suena a “fondo de reptiles para el productor, sus asistentes y demás secuaces que le acompañan en la farándula dominguera”. Claro que, viendo el cutrerío de los sets, los mapas del colegio que utilizan, los lapiceros con gomas de borrar y los guijarros que usa el presidente a modo de pisapapeles, podrían dedicar algo más a la escuchimizada partida de “gastos de material y suministros”. Pobres, lo mismo ni se dan cuenta de que tanta propaganda y discurso aburrido sin una imagen bien cuidada se reduce a un tercio de su efectividad.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Castro-comunismo

No sé si Venezuela vivirá pronto un cambio, pero lo cierto es que cada vez con más frecuencia se oyen voces que discrepan de la doctrina oficialista y se ven pintadas como ésta que, en plena zona de Chacaíto -una de las más transitadas y populosas del centro de Caracas- aparecen como pequeños signos de protesta contra el todopoderoso establishment. Si el propio Fidel ha comentado que el comunismo ya es algo obsoleto en Cuba, ¿a qué ese empeño de copiar un modelo agotado que lo único que hace es aumentar la brecha entre las clases sociales? Yo, pese a vivir en este socialismo-castro-comunista, veo las mismas desigualdades que en cualquier otro lugar del furibundo capitalismo-consumista: los que más tienen son los que mandan y los que viven mejor, y el resto hace lo que puede.

martes, 26 de octubre de 2010

Plagios

Plagiar en Venezuela no significa copiar, sino secuestrar a alguien, y es una de las modalidades que se ha puesto de moda en la última década, según se desprende de un estudio presentado antes de ayer. Si antes los delincuentes (aquí llamados hampones) se dedicaban al robo de coches y al asalto de bancos y joyerías, ahora estos malandros perpetran cinco secuestros al día: cuatro express o breves, y uno de larga duración.

El número de plagios se ha incrementado en casi un 500% en los últimos diez años y, según apunta la revista Fortune, Venezuela está entre los diez países con mayor número de secuestros del planeta.

En una entrevista al criminólogo Fermín Mármol que publicó el diario El Nacional, en Caracas predomina el secuestro express, un modelo de plagio que fue alentado y propulsado por 'Los Invisibles', aquella banda de 20 integrantes, cuyo promedio de edad ronda los 25 años, dentro de la cual había un ex policía y dos policías en activo (ver post “Los invisibles”), y que tenía en su haber más de 50 secuestros y 7 asesinatos, según los datos oficiales del Cicpc. Este grupo, por lo visto, se ha convertido en un modelo a copiar por otros malandros.

Lo más grave de todo es que Venezuela, a día de hoy, en la División de Antiextorsión y Secuestro del Cicpc (la policía científica) sólo cuenta con 100 funcionarios activos. Según la ONU, un país como éste debería tener, al menos, 25.000 hombres dispuestos a parar la ola de secuestros, plagios, extorsiones y crímenes que está asolando a la población.

viernes, 22 de octubre de 2010

El barrio

La vida en el barrio es dura, áspera, enconada. Sus calles resultan hostiles, la gente camina con un brillo de desconfianza en las pupilas, los niños juguetean descalzos por las aceras sin asfaltar, los hombres hurgan en los desperdicios que se amontonan en la basura desparramada, los ancianos se sientan a la puerta de la casa, las mujeres atienden el hogar o viajan hasta muy lejos para limpiar los apartamentos de los más acomodados, los perros famélicos pululan extraviados, las viviendas están mal levantadas con un humilde ladrillo visto, sin ventanas y muchas veces sin puertas, con uralitas y chapas de zinc haciendo las veces de tejado, las cortinas deshilachadas cuelgan en las oquedades de las fachadas, se ve que las construcciones se han alzado de manera precipitada y desigual, sin atender a ningún criterio urbanístico y al borde siempre del abismo.

En el barrio a veces no llegan los servicios mínimos: el agua, la electricidad, la recogida de basuras, los alimentos. Las tiendas son improvisados estantes de productos que escasean, colocados de cualquier manera; las luncherías y las areperas acogen a los lugareños entre el sórdido runrún de los camareros abatidos y el ambiente saturado de tabaco; los puestos ambulantes exhiben sus hortalizas, pero también los cauchos para los carros, o los pañuelos para las señoras o los pescados y las carnes en la parte trasera de una camioneta, o los remaches necesarios para las labores de los talabarteros y zapateros.

Toda esta gente que vemos mientras vamos en el coche, parapetados por los vidrios tintados de negro, invisibles a las miradas desesperadas de sus habitantes, llegaron aquí, al Junquito y a otros barrios y parroquias como ésta, allá por los años 50, alentados por un ilusorio sueño de riqueza, provenientes del mundo rural, embelesados por los fastos y las promesas de un futuro mejor que encarnaba como ninguna otra la ciudad de Caracas. La mayoría, sin embargo, jamás llegó a disfrutar de esa prosperidad y, a falta de mejor destino, poblaron las colinas que circundaban los barrios céntricos de la capital. Todavía hoy, y pese a las esperanzas no cumplidas de la revolución bolivariana, siguen ahí.

jueves, 21 de octubre de 2010

Postes caraqueños

Un ejemplo para ilustrar el post de ayer: así son los postes de luz y de telefonía de algunas calles de Caracas. En los barrios, es decir, en las favelas es moneda común y paisaje habitual ver algo así, ya que la gente carece de recursos y no le queda más remedio que engancharse sin pagar. Pero estas imágenes no son exclusivas de esas zonas: también se ven en las señoriales calles de las urbanizaciones de Altamira, Los Palos Grandes, Campo Alegre o La Castellana.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Energía nuclear

En su gira internacional, Chávez anunció que quiere instalar una central nuclear con el asesoramiento y la tecnología de uno de sus principales socios, Rusia. Esta central proveería 2.000 megavatios de potencia, el doble de lo que está previsto que abastezca, por ejemplo, la central termoeléctrica que está construyendo Duro Felguera en los Valles del Tuy. El proyecto se llevaría a cabo en un tiempo inicial de doce años a partir del momento en que se concrete y firme el acuerdo, y tendría un coste total de más de 10.000 millones de dólares.

Las críticas no se han hecho esperar y con razón. En un país en el que el déficit energético ha llevado a la población a sufrir continuos cortes de luz, racionamiento en el suministro y multas para la gente que no cumplía con la imposición gubernamental de bajar el consumo eléctrico propio en un 20% (ver post “Al acecho”), se hace inconcebible que el gobierno vaya a embarcarse ahora en un proyecto que requiere de unas medidas de seguridad sumamente exigentes y de una cultura en el manejo de los desechos y en el mantenimiento que, a todas luces, no tiene.

En vez de embarcarse en el proyecto nuclear, comentan esas voces críticas, podrían haber sido más previsores y, en estos once años de gobierno, modificar el sistema de producción de electricidad, que depende básicamente de un solo embalse, el Guri, que abastece a tres centrales y electrifica al 75% del país. El informe “Sensatez nuclear para Venezuela” estima que hay más de 7.500 megavatios que presentan limitaciones operativas o restricciones en su infraestructura, es decir, que no se están utilizando o aprovechando adecuadamente, de los casi 25.000 de que dispone el país. 8 de las 20 turbinas del embalse del Guri permanecen sin funcionar, paradas, a la espera del mantenimiento que nunca llega. Además, el coste del megavatio instalado en las plantas nucleares de América Latina es de 5,4 millones de dólares, frente a los 1.000 ó 3.000 dólares que cuesta el megavatio generado por energía térmica o eléctrica.

Claro, ante situaciones como ésta, no es de extrañar que algunos caraqueños pongan el grito en el cielo cuando el presidente hace unos meses, con su gracejo habitual, animaba a darse “duchas socialistas” de menos de tres minutos, con el fin de ahorrar agua y energía. Todo sea por la patria.

martes, 19 de octubre de 2010

Isla Margarita

Isla Margarita, con una inusitada fama mundial, se ha convertido en un destino turístico del caribe que compite a día de hoy con otros de islas cercanas como los de República Dominicana o los del caribe Mexicano, como Cancún. Nosotros estuvimos en la zona de Playa el Agua, al norte de la isla, y recorrimos los sitios más característicos del lugar: Porlamar, Pampatar, Juangriego y Punta Piedras, además de ir a la cercana y preciosa isla de Coche, espectacular archipiélago de arenas blanquísimas y mar azul turquesa, donde había decenas de bañistas aprovechando el viento para hacer kitesurf.

Para mí, la fama de Margarita es quizá excesiva y algo inmerecida por mucho que todo el mundo nos insista en que a esta isla han ido miles de famosos a descansar, como los reyes de España, ejemplo que permanentemente te ponen para dar lustre y hacer más atractivo el destino. Las playas son estrechas y muy alargadas y, como casi todo en Venezuela, demasiado grandes y desaliñadas. Las casas están sin cuidar y las calles, levantadas. Pero eso sí, hay suficientes chiringuitos y restaurantes donde puedes degustar el típico cóctel margarita bien frío o tumbarte en un chinchorro en el agradable silencio de la noche insular.
Margarita tiene dos cosas muy buenas: su carácter salvaje y poco explotado, ya que todo luce bastante natural y virgen -a diferencia de otros destinos turísticos-, y sus precios baratos. Al ser puerto franco, comprar resulta muy económico. No en vano, al regreso en el avión puedes ver a un montón de caraqueños cargando televisores de plasma, dvds portátiles o maletas cargadas de ropa libre de impuestos.

Lo mejor: viajar en catamarán surcando las aguas apacibles del caribe, nadar entre delfines y dejar pasar las horas tumbados en las hamacas de las playas deliciosas de la isla de Coche.

lunes, 18 de octubre de 2010

Alemania en el Caribe (2)

Este cartel colgaba de la barandilla de un mirador en Colonia Tovar. Dice así: "A las parejas enamoradas o muy necesitadas les informamos que este lugar en un mirador. Los hoteles se encuentran bajando. Muchas felicidades. Gracias...". En el fondo, un letrero muy delicado...

Alemania en el Caribe

Podría parecer que estamos en uno de esos pueblecitos idílicos de Alemania, con sus casas de paredes blancas y los tejados a dos aguas exageradamente pronunciados, con sus mansardas entrañables, sus arcos ojivales y sus acogedoras vigas de madera atravesando los ventanales, los muros y los portones. Pero no: estamos en pleno Caribe, a unos 60 kilómetros de Caracas, en el corazón del estado de Aragua. Esto es Colonia Tovar, uno más de los fantásticos contrastes que ofrece Venezuela, y es aquí donde vinimos a pasar el día de ayer.

Este pueblecito de reminiscencias góticas fue levantado por una colonia de emigrantes alemanes que, convencidos por Agustín Codazzi, llegaron a Caracas en 1843 con el fin de instalarse como miembros de una colonia europea. La iniciativa se enmarcaba en un programa de intercambio económico entre Venezuela y Alemania y fruto de ella nació Colonia Tovar, a más de 2.000 metros de altura, con un clima y una geografía propicios para que aquellos colonos que decidieron emprender tan increíble aventura se sintieran como en casa. Aquel grupo de familias formado por médicos, científicos, escritores, artesanos y productores partieron de Baden, en el suroeste de Alemania, y llegaron 112 días después a Colonia Tovar.

Hoy en día es lugar de descanso de algunos caraqueños, y sitio de destino para pasar el domingo en familia. La carretera para llegar a Colonia Tovar es un meandro de curvas mareantes pero el espectáculo que uno contempla merece sobradamente la pena: las imponentes montañas del estado de Aragua, la serranía que bordea el litoral caribeño, el esplendor de los valles al fondo de los acantilados, los bosques nublados, los riachuelos serpenteantes y la mezcla de dos culturas aparentemente antitéticas que, aquí, encuentran un curioso y exótico punto de encuentro.

viernes, 15 de octubre de 2010

Al acecho

Hay una cosa que nos llama poderosamente la atención de Caracas y es que, cuando un local del tipo que sea -un comercio, una tienda, un gimnasio, un restaurante-, no cumple con el Seniat, es decir, no paga sus impuestos o se salta alguna de las normas que rigen su funcionamiento, el local es clausurado de inmediato, sin contemplaciones. El tiempo de cierre varía en función del tipo de infracción, pero es el tiempo necesario para que el propietario vaya a cancelar la deuda y su multa correspondiente. Si no lo hace, no volverá a abrir en la vida. Y si, por el contrario, se salta la sanción y reabre sin permiso, puede verse metido en graves problemas.

Esta cultura persecutoria del infractor está ampliamente arraigada en la sociedad venezolana. Uno encuentra carteles en las farolas donde se dice que, si no alumbran, denuncies a las autoridades municipales, ya que son las responsables de su funcionamiento. En los restaurantes cuelgan carteles y pegatinas en los que animan a denunciar al propietario si no te dan tu factura. Las tiendas que venden alcohol en domingo son multadas y cerradas durante días, puesto que está prohibido hacerlo en todo el país.

Todo eso podría estar bien, ya que hace que los comerciantes sean escrupulosos con las normas, sino fuera porque a veces les imponen exigencias que van a más allá de sus obligaciones elementales. Hace unos meses sin ir más lejos, el gobierno, ante la crisis energética del país, en vez de gestionar mejor sus recursos energéticos u optar por concienciar con medidas de ahorro (del tipo: usa bombillas de bajo consumo o pon el aire acondicionado a 24 grados, en vez de a los 14 con que suele ser habitual estar en los sitios) obligaba a todos los comercios y locales públicos a reducir su factura eléctrica un 20% respecto al año anterior. Todo aquel que no cumplía se encontraba con el cartelito gubernamental de “Clausurado”.

jueves, 14 de octubre de 2010

La fauna de Caracas

Lo que me gusta de Caracas es que, en medio del bullicio de la urbe, puedes encontrarte con la fauna más variada que puedas imaginar, da igual el lugar en el que estés o la hora del día que sea. Enfrente del office en el que trabajo, todas las mañanas, a eso de las siete, llegan tres zamuros negros, corpulentos, vivarachos, señoriales, desde lo alto del cerro del Ávila y antes de posarse sobre el saliente de la cornisa del edificio planean majestuosamente exhibiendo todo su poderío de animal carroñero. El zamuro es un buitre americano, bastante grande, que luce plumas negras, pico curvo y un largo cuello muy estirado. Por lo visto, suele frecuentar los basureros y es relativamente agresivo. Lo extraño es que por aquí no hay ningún basurero y es como si viniesen a descansar, a reposar de su festín culinario. Se quedan hasta eso de las dos de la tarde y después desaparecen hasta el día siguiente.

Otro de los espectáculos que puedes encontrarte es el de las increíbles mariposas que revolotean por el cielo despejado de Caracas: son tan grandes como libros de bolsillo, con sus alas desplegadas, coloridas y muy intensas. Se posan y permanecen un buen rato en el sitio, ajenas a todo lo que las rodea, esperando el momento de echar a volar.
En el parque del Este, por ejemplo, puedes contemplar un aviario que muestra una cantidad ingente de pájaros venezolanos, especies que para nosotros resultan extraordinariamente exóticas, como la increíble águila arpía, los tucanes, los paujíes o las guacamayas.

Pero lo más asombroso de todo es el griterío constante como de silbido acompasado que emiten las ranas en las noches de Caracas. En cuanto se pone el sol, las ranas cantan con una estridencia insoportable, escondidas en todos los rincones de la ciudad, ajenas al desaliento, con un cántico muy parecido al roce metálico del viento en las palas de una veleta oxidada, ese sonido que preludia el cataclismo en las películas del oeste. Y ese canto, ese trino sordo de las ranas, no se desvanece hasta que no aparecen los primeros rayos del sol detrás del monte Ávila. Entonces, uno ya sabe que, al poco tiempo, aparecerán planeando los zamuros para posarse en su lugar de siempre y dar comienzo así al nuevo día.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Deporte rey

¿Fútbol? ¿Quién dijo fútbol? El deporte rey en Venezuela es el béisbol y ayer, Día de la Resistencia Indígena, dio comienzo el inicio de la temporada 2010-2011. Tras casi nueve meses de parón, la liga profesional arrancó por fin y durará hasta el próximo 30 de diciembre. Los ocho equipos que componen la serie y que representan a distintas ciudades del país (Caracas, Valencia, Maracay, Puerto La Cruz, La Guaira, Maracaibo, Barquisimeto y Cabimas) disputarán 252 juegos.

Como en todos los deportes hay dos favoritos: Los Leones de Caracas y los Navegantes del Magallanes de Valencia, que vendrían a ser algo así como el Madrid y el Barcelona. Los Leones son los que más triunfos han conquistado y los que más títulos atesoran en su palmarés, pero los Navegantes del Magallanes vienen pegando fuerte. Al final de la liga, el campeón representará a Venezuela en la Serie del Caribe donde participarán los ganadores de las ligas de México, Puerto Rico y República Dominicana.

El béisbol en Venezuela es una pasión y también un sueño. Muchos de sus jugadores (pitchers, catchers, basemen, etc) han ganado fama y fortuna en la Major League de Estados Unidos. De hecho, es uno de los países que más jugadores aporta a la liga yanki y con la que sueñan todos sus profesionales.

martes, 12 de octubre de 2010

Resistencia indígena

El 3 de agosto de 1492 Cristóbal Colón partió de Palos de la Frontera, Huelva, hacia el occidente en busca del nuevo mundo y, después de dos meses de viaje con una tripulación descontenta y a punto de amotinarse, tocó tierra en la isla de San Salvador el 12 de octubre. No fue hasta el tercer viaje, en 1498, cuando Colón avistó Venezuela tras haber dejado atrás la isla de Trinidad. La expedición se detuvo en la desembocadura del río Orinoco y, poco después, tomó tierra. Era la primera vez que los españoles ponían pies en el continente americano ya que las dos anteriores lo habían hecho en suelo insular.

Aquello es recordado por el mundo hispano de formas muy distintas. Para los españoles, el 12 de octubre es el Día de la Fiesta Nacional o de la Hispanidad y para toda Latinoamérica es el Día de la Raza, excepto para Venezuela. Hasta hace unos años aquí se conocía con el mismo nombre, Día de la Raza, pero dejó de serlo hace más de un lustro cuando el Presidente Chávez dijo que tal festividad proclamaba los valores imperialistas del reino de España y que, por tanto, exaltaba un punto de vista avasallador y colonialista que el gobierno autoritario de Juan Vicente Gómez se tragó sin mucha oposición a principios del siglo XX.

El argumento usado fue éste: nada de conmemorar el descubrimiento de América por parte de Cristóbal Colón. Lo que hay que hacer es celebrar la lucha y los esfuerzos de los nativos americanos contra los conquistadores españoles. La propuesta fue aprobada por la Asamblea Nacional y, desde entonces, el 12 de octubre se conoce en Venezuela como Día de la Resistencia Indígena.

Hoy es día feriado, como dicen aquí, y a pesar de los siglos transcurridos, el asunto de Colón sigue generando apasionados debates en los medios de comunicación: ¿hubo genocidio, conquista, descubrimiento o simple colonización?