No es raro encontrarse en los periódicos caraqueños varias páginas dedicadas a los obituarios, en las que se mezclan también anuncios de felicitaciones, efemérides y recuerdos varios para los familiares, desde el cumpleaños de alguien al aniversario de una boda. Hoy, en uno de estos diarios, salía esta fe de errata:
“Por error involuntario de esta empresa editora, publicamos en la edición de ayer, en el cuerpo 3 de la página 9, un obituario en el cual se publicó de manera errada una foto del señor Manolo Mariño. Le ofrecemos disculpas por las molestias causadas a su persona, familiares y amigos”.
Con el texto aparece la foto del señor Manolo, un hombre de mediana edad y piel canela, entrado en carnes, que luce una gorra blanca y una sonrisa de felicidad absoluta. Detrás de él, al fondo, se puede ver el anaquel de un bar, con numerosas botellas de whisky y de ron. Los malpensados podrán inferir picaronamente que a eso se debe su sonrisa beatífica, pero yo no. La sonrisa del señor Manolo es, a todas luces, abstemia.
Me imagino a la familia, a la mujer del señor Manolo, el día anterior, recibiendo llamadas, una tras otra: “¿Pero es que ha muerto Manolo?”. Y la mujer, Mayerlis, Mileidis, Nancy, Guiliana, Marilín o alguno de estos nombres tan populares por aquí, toda consternada, “¿Mi Manolo? Pero si se fue a trabajar esta mañana como siempre. Ay, qué desgracia, Cristo mío”. Y ahí debía estar el pobre señor Manolo Mariño, aplicado en sus labores profesionales, despreocupado de que su muerte haya aparecido en el periódico, y su entorno esté ya dudando si ir a buscarle a la morgue de Bello Monte o esperar las rigurosas 24 horas.
Pero es probable que las llamadas de los amigos, de los familiares, de la mujer, hayan saturado el celular del señor Manolo Mariño, y la voz de la inconsolable Marilín o Marisela o Roselín, toda desesperada, acabara preguntándole, al otro lado del aparato: “¿Pero dónde te habías metido, papá? ¿Estás muerto o qué?”. Y el ojiplático señor Manolo, ya un poco mosqueado de tanto afán mortuorio: “¡Anda al carajo, mamagüevo, voy a estar muerto! ¿Ya quieres quedarte viuda?”.
Me puedo imaginar las angustias y las confusiones que la familia del señor Manolo Mariño vivió por unas horas el día anterior, y luego las risas y el alivio, al ver su foto en una esquela que todavía no le corresponde. Qué alegría la de la señora Edith, Florantonia, Belkis, Maicary o Yolimar o como quiera que se llame la buena mujer.
Imagina que, por error, publicaran su foto en un anuncio de contactos. Eso si que iba a ser más difícil de desmentir...
ResponderEliminarSeguro que el hombre lo hubiera preferido. Sería un buen y mejor error... Imagínate: "Chamo maduro ofrece sus encantos. Preguntar por Manolo Mariño, tan cariñoso y dulce como un niño".
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