Hermano es una de esas películas de presupuesto humilde, recursos limitados y actores desconocidos, pero su fuerza es tan grande y su magia tanta, que enseguida se convertirá en un pequeño filme venerado que, de boca en boca, irá ganando adeptos por todo el mundo. El talento de su director y guionista, Marcel Rasquin, está a la altura de la frescura y la fuerza de sus actores, y así, Hermano se colocaría –al menos para mí– en la línea de películas tan asombrosas como las de Carlos Sorín (Bombón el perro; Historias mínimas), Fernando Meirelles (Ciudad de Dios) y Danny Boyle (Slumdog Millionaire).
Hermano cuenta la vida de dos hermanos que se crían en una barriada de Caracas y que aman el fútbol por encima de todo, en un país donde el deporte rey es el béisbol. El fútbol es para ellos un elemento redentor, inmersos como están en una sociedad asediada por la violencia, las armas y las dificultades sociales. No voy a contar nada más del argumento, pero si os animáis a verla, estoy seguro que os ayudará a entender un poquito más cómo es esta ciudad, con sus dramas, sus frustraciones y sus barrios marginales, barrios donde vive probablemente más del 80% de la población caraqueña.
Para mí, Hermano ha sido toda una revelación y un descubrimiento. Además (para elegancia de sus productores y ejemplo para el resto de los cineastas del mundo), por cada entrada recaudada en el cine, Hermano destina un bolívar a Unicef, para ayudar a los niños más desfavorecidos. Sí, es poco dinero, pero ¿cuántas películas norteamericanas o españolas hacen cosas así, partiendo de presupuestos y recursos mucho más altos?
Podéis ver más información en www.hermano.com.ve/
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