miércoles, 17 de noviembre de 2010

Antirrevolucionario

El 5 de febrero de 2010 Venezuela se enfrentaba a México en la Serie del Caribe de béisbol, en el estadio Guatamare de Nueva Esparta. Aquel día, Miguel Hernández (que no tiene nada que ver con el poeta alicantino), mecánico de 49 años, residente en Margarita y padre de familia, decidió ir al estadio vistiendo una camiseta con un mensaje que parecía sacado de un poema de Bukowski: “Me cago en la revolución”. Ese día, la Guardia Nacional, ese simpático y amable cuerpo al servicio del Estado, lo apresó, un fiscal lo llevó a un tribunal y un juez lo condenó a presentarse cada 30 días en las dependencias de la comisaría más cercana. Ayer se supo, además, que el mes que viene empezará un juicio contra el humilde Miguel Hernández, que sin ser poeta aquel día se sintió traspasado por las musas y ahora está pagando los excesos de su arte.

El Ministerio Popular considera la franela como una “ofensa a los jefes de gobierno, lo que está tipificado en el Código Penal” y, por ello, ese padre de familia, casi poeta, será enjuiciado sin más dilación. “Yo no quise ofender a Hugo Chávez, sólo dije lo que pienso. Yo, a esta revolución, no la quiero, no me gusta y lo voy a decir aquí y donde sea”, se defendió ante los micrófonos de la prensa. Y esbozó una última poética: “En esta revolución todo es posible, pero con el miedo no se forja el futuro. Si tenemos miedo de decir lo que pensamos, ¿qué país le vamos a dejar a nuestros hijos?”.

1 comentario:

  1. ¡Que huevos! Un tío admirable, valiente y un poco temerario... ¡Lo mismo hasta es un currante!
    Ojala y cunda el ejemplo...

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