La versión del embajador Isaías Rodríguez es ésta: un agente le trató de forma “manifiestamente hostil y con un tono de voz irrespetuoso” y le gritó “apártese” cuando trató de mostrar su pasaporte para ser sellado. Tras identificarse y protestar por este trato, “varios policías uniformados lo rodearon y le pidieron el pasaporte”, documento que “retuvieron indebidamente durante quince minutos” antes de devolvérselo. Este incidente es una “prueba más de la actitud hostil, poco educada y maltratadora de algunos funcionarios de Barajas hacia los venezolanos que viajan a España”.
La versión de la Policía Nacional es esta otra: el embajador no se identificó como el máximo responsable de la legación diplomática venezolana hasta el último momento, propiciando una situación “incómoda para el resto de ciudadanos que transitaban por el control de documentación, retrasando este trámite y, por último, elevando el tono de voz mientras se identificaba verbalmente como embajador. Previamente protagonizó otro incidente, al pretender emplear un acceso reservado a las tripulaciones de las aeronaves de aquella terminal”.
Lo que hay de trasfondo es, sin duda, la lucha encarnizada que mantienen ambos gobiernos, el español y el venezolano, por el etarra Arturo Cubillas, que ejerce en el Ministerio de Tierras de Venezuela y quien, después de ser acusado por dos etarras como supuesto enlace entre ETA y las FARC, se acoge a su condición de ciudadano nacionalizado en Venezuela para eludir el juicio que le quieren hacer en Madrid. Al hilo de esto, el embajador Isaías Rodríguez declaró que los presuntos miembros de ETA podían haber sido torturados por la policía española para confesar que recibieron entrenamiento en Venezuela con la ayuda de Cubillas.
No sabremos nunca qué fue lo que sucedió realmente en la T1. Si la Policía Nacional actuó con prepotencia y mala educación, evidentemente debe ser reprendida. Pero no sé por qué en este caso tengo mis dudas respecto a lo que cuenta el diplomático.
Ya me gustaría a mí y a todos los españoles que viajamos a Venezuela tener el poder mediático que tiene el proselitista embajador venezolano para difundir las aberraciones, las degradaciones, el temor, el estado dictatorial y el clima de acojone que imponen los militares de la Guardia Nacional en el aeropuerto de Maiquetía, donde que se lleven tu pasaporte durante no quince sino treinta minutos, que te interroguen sistemáticamente presumiendo que eres culpable, que te amenacen con ir a prisión, que te saquen del aeropuerto y te lleven a un hospital a hacerte radiografías, que te bajen a un hangar donde te revisan la maleta y luego aparece una persona que no estuvo presente durante el registro y afirme que ha sido testigo de que no te han metido nada en la misma y firma un documento sosteniendo tal cosa, un aeropuerto donde las patrullas de niñatos vestidos con uniformes verde oliva y metralletas de repetición es el panorama común, donde los viajeros tienen que mirar al suelo y evitar cruzarse con las miradas acusatorias de esos militarotes revolucionarios de tres al cuarto, donde las mujeres que viajan solas son acosadas permanentemente y llevadas a cuartos donde se les revisa el equipaje una y otra vez, donde te sacan la cartera y te manosean los billetes y hacen como que se los van a quedar, donde te huelen (no los perros, sino los militares) los libros que llevas y los zapatos y la ropa interior, donde te hurgan los champús y los geles con el primer plástico que se encuentran en el suelo para ver si llevas droga en los envases, donde todas estas cosas son el pan nuestro de cada día, ahí, me hubiera gustado ver al embajador de Venezuela en España. No me imagino qué hubiera dicho si hubiese sufrido el trato que recibimos los españoles cuando viajamos a su país.
A mi también me gustaría que hubieran sufrido en sus carnes un atentado de ETA. Seguro que su punto de vista cambiaba...
ResponderEliminarNo sé si tanto, pero para que te hagas una idea, aquí es común ver en los periódicos que ETA es considerado "un grupo independentista de izquierdas"...
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