jueves, 25 de noviembre de 2010

Maza Zavala

Tenía el encorvamiento propio de su edad, el de sus 88 años, unas manos huesudas que movía con mucha parsimonia, tan lentamente como expresaba sus pensamientos y sus opiniones. Su nariz era protuberante y sus orejas grandes, el cráneo, prominente, y su mirada, conciliadora. Te recibía en mangas de camisa, una camisa blanca que dejaba trasparentar debajo una camiseta de algodón de tirantes. Sentado delante de su escritorio, con la inmensa biblioteca al fondo, te recibía con un “¿Cómo está, colega?”.

Fue economista, director del Banco Central de Venezuela antes y durante el gobierno de Chávez, miembro de la Real Academia de Ciencias Económicas, profesor universitario, diputado, periodista, columnista, autor de libros de historia económica y socialista convencido. Lo conocí una mañana del mes de marzo en su casa de Los Caobos, cerca de la Plaza de Venezuela. Le hice una entrevista que duró casi dos horas, y opinó sin pelos en la lengua sobre el gobierno, sobre Chávez, sobre sus políticas económicas, sobre el disparate que se estaba llevando a cabo en nombre del socialismo marxista, del que él se consideraba un estudioso y un entusiasta. Fue crítico con el capitalismo de occidente y se declaró autor de poemas y relatos que guardaba para sí. Me pareció un hombre íntegro, honrado, sencillo, intelectualmente vigoroso. Domingo Felipe Maza Zavala murió hace unos días en su casa de Caracas, mientras trabajaba con denuedo en sus artículos semanales y atendía todo tipo de peticiones de periodistas a los que saludaba con un “¿Cómo está, colega?”.

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