"El Gobierno venezolano no está vinculado de ninguna manera con alguna organización terrorista, especialmente con el grupo vasco Euskadi Ta Askatasuna (ETA)", declaró el embajador de Venezuela en España, Isaías Rodríguez. Menudo embustero de siete suelas este ex fiscal general, hoy convertido en raqueta de tenis cada vez que alguien se molesta por el apoyo abierto del Gobierno venezolano a los grupos terroristas que circulan por el mundo.
Valdría la pena que el diplomático Rodríguez explicara a los españoles la manera como él manejó el caso de Danilo Anderson, un militante chavista que acumuló una fortuna en muy poco tiempo (tenía en su casa una máquina de contar billetes, como en los bancos) gracias a presuntas extorsiones en serie a banqueros e industriales venezolanos. Anderson fue asesinado en un acto terrorista que hasta hoy permanece en las sombras porque sus verdaderos autores intelectuales jamás fueron identificados.
Pero en su camino hacia la tumba se llevó también la credibilidad del ex fiscal general, quien se sacó de la manga un testigo más falso que un billete de seis euros. Para más vergüenzas, el "testigo clave" terminó testificando contra su contratante, el señor Rodríguez.
De manera que los periodistas españoles deben estar ojo avizor con este malandrín de la palabra a quien, por más señas, se le oscureció la memoria, debido a una enfermedad repentina.
En todo caso, en Venezuela se les ha dado cobijo a los miembros de ETA sólo para que reconstruyan su vida, se establezcan como ciudadanos de pleno derecho y sean respetuosos del orden constitucional. En ningún caso para que fomenten la violencia o incuben el terrorismo. Los venezolanos tenemos una mancha horrorosa con el caso de Carlos el Chacal, preso a perpetuidad en París.
Pero el manual de uso de explosivos de ETA, que ya mató a dos ecuatorianos inocentes en el aeropuerto de Madrid, y su línea de actuación dirigida a extorsiones y a asesinatos selectivos, nos hace pensar a los venezolanos demócratas que tanta violencia y odio sólo puede corresponderse con una ideología y una práctica política muy afín a lo que en Venezuela llamamos "chavismo".
Es decir, la consideración del otro, el diferente, no ya como un adversario sino como un enemigo y, como tal, objeto de destrucción sea en lo político o lo personal. Igual les da.
Los miembros de ETA en Venezuela siempre fueron respetuosos y emprendedores y muy queridos, hasta que llegó Chávez y les dijo a algunos tontos, con su verbo irresponsable, que aquí habitaba la "revolución" y que podían reagruparse para actuar. Vaya error. Se hicieron burócratas fanáticos y, días atrás, la señora Odriozola, esposa del etarra Cubillas, arremetió contra un camarógrafo de una televisora independiente. Ese día se asumieron como policías del gobierno chavista. Qué pena y que desgracia para los vascos".
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