Según el Gobierno, los twitteros son arrestados fundamentalmente por dos motivos: uno, atentar contra el sistema financiero del país al difundir información del cambio paralelo de moneda y otros procedimientos monetarios y mercantiles tan asentados en el uso social venezolano que hasta el perrocalentero de Caracas más despistado lleva en su ADN (información, por cierto, que en el mismo aeropuerto te dan y ofrecen los porteadores de equipajes, el personal de Maiquetía, los taxistas y si te descuidas hasta los propios empleados públicos).
Y, el segundo motivo: instigar al magnicidio. El último twittero encarcelado por este asunto ha sido esta semana: un ingeniero de 27 años que trabaja para la Electricidad de Caracas (EDC), filial de la Corpoelec. Según el comisario que compareció en la televisión, el presunto magnicida habría instigado al asesinato del presidente “colocando una foto de Chávez con heridas en el rostro y ordenando cómo se podía hacer el magnicidio”.
Después de pasar un par de días con sus noches correspondientes en el calabozo, el presunto conspirador de 27 años ha sido liberado, visiblemente agotado y debilitado, y por lo visto maltratado en los calabozos, según cuenta su abogado en los periódicos locales, después de que se le decomisara y analizara hasta la extenuación “un teléfono inteligente (sic) y una computadora portátil, que seguirá siendo sometida a experticias”.
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