1. Llamo a la vecina para consultarle unas dudas que tenemos sobre varias clínicas de Caracas. Ella y su marido son médicos, amabilísimos, jóvenes, padres de una niña mofletuda de diez meses que tiene dos ojazos como dos soles. Estamos en su casa y, después de hablar de esto y aquello, mientras yo le hago algunas carantoñas a la niña, la vecina me dice cambiando súbitamente el tono y bajando la voz:
-Este domingo y el lunes será mejor que no salgan de casa. Se quedan ahí, compran su comida y no pisan la calle.
-¿Y eso? -le digo yo-. ¿Los dos días?
-Bueno, las elecciones, ya tú sabes. El domingo porque se vota, y el lunes por ser el día de después. A veces hay balaceras (tiroteos) y es más seguro estarse en casa. Ése es mi consejo que yo te doy.
Yo me callo y miro a la niña: sus ojos son como dos pozos de sabiduría. Después le agradezco la información y me marcho.
2. Voy a desayunar como cada mañana a La Castellana, zona de oficinistas, de compañías multinacionales y de oligarcas opositores. Me tomo una arepa y hablo con mi mesero preferido, Jeyfri.
-Oye, Jeyfri, me han comentado que el domingo es mejor no salir, por lo de las elecciones.
Jeyfri mira a lo largo de la barra. Hoy hay poca gente. Donde yo me pongo estamos solos.
-Sí, es una vaina. Yo no voy a salir. Veré todos los partidos de la Liga por Direct TV… -Hace una pausa y continúa-. Aquí todos los años tenemos elecciones y siempre es la misma cosa. Nunca se sabe, papá.
-¿Y el lunes? ¿También es peligroso?
Jeyfri vuelve a mirar en derredor. Esboza una sonrisa y responde quitándole hierro al asunto:
-Nosotros operamos el lunes como cualquier otro día. No pasa nada.
-Está bien –le digo–, pues aquí estaré.
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