martes, 28 de septiembre de 2010

Ojo por ojo

La foto es demoledora: un grupo de personas forman corro alrededor de un cuerpo rociado con gasolina. Si no supiéramos que lo que hay delante de ellos es un hombre ardiendo, quizá podríamos pensar que ese grupo está ante un hecho festivo. Ríen, aplauden, jalean, toman fotos con sus celulares… En sus gestos, en su predisposición, en su actitud y su lenguaje corporal se lee la complacencia y la normalidad asumida de la violencia, el castigo y la venganza.

La foto es aterradora: retrata a los habitantes de uno de los barrios de Caracas, El Valle, tomándose la justicia por su mano. Sus vecinos se organizaron para capturar a un hombre señalado por cometer abusos contra las mujeres del barrio. La ira se apoderó de ellos, lo apresaron, lo lincharon a pedradas, con palos y botellas, y finalmente lo mataron a balazos. Después lo rociaron con gasolina y lo incendiaron en mitad de la avenida principal del barrio.

La foto es sobrecogedora: ocurrió en febrero del año pasado y fue la reacción de un pueblo azotado por la violencia que, harto de sentirse ninguneado, se sublevó ante la pasividad y la inacción de las autoridades venezolanas. La inseguridad y los datos de violencia salvaje que azotan a este país hacen que el 53% de sus ciudadanos afirmen estar a favor y apoyar la ley del Talión: ojo por ojo y tiro por tiro.

La foto es, a todas luces, devastadora. La publicó hace unos días el diario El Universal en una magnífica serie de reportajes en los que está analizando el horror cruento del país: su violencia desatada.

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