jueves, 15 de abril de 2010

Cosas que pasan en Caracas

Que las cerraduras pueden ser mágicas lo sabemos desde que leímos/vimos Alicia en el país de las maravillas. Uno se asoma a ellas y puede perderse en laberintos inextricables o túneles que no tienen fin. Eso es lo que debieron pensar los cuatro cerrajeros que, uno tras otro, fueron a casa de un conocido nuestro (a quien llamaremos X) una tarde en que se quedó atrapado en casa.

Por lo general, los barrios del cogollito de Caracas (Altamira, Palos Grandes, Chacao, Sabana Grande y Las Mercedes) están formados por condominios (urbanizaciones) protegidos con verjas y alambres electrificados, para evitar que los malandros (delincuentes) entren en ellos. Para más seguridad, las casas tienen dos puertas: una exterior, la master lock, generalmente un armatoste metálico con listones, y luego otra, interior, de chapa. Pues bien, X se disponía a salir a media tarde del domingo de su casa, pero oh sorpresa, la master lock no abría.

-Bueno, no pasa nada –pensó. ­­–Llamo al responsable de seguridad y solucionado.

Llamó al responsable de seguridad de la empresa para la que trabaja y éste, al cabo de unos minutos, localizó un cerrajero. El cerrajero fue para allá y, tras intentar denodadamente abrir la cerradura, tuvo que desistir. X estaba al otro lado de la puerta observando las intentonas del cerrajero a través de las rejas, con un sentimiento que oscilaba entre el estupor y la angustia. Era como estar en la cárcel, como cumplir condena domiciliaria. El hombre se resignó y acabó yéndose.
Una hora más tarde llegó otro cerrajero. Y otra vez la misma historia: sacó del exiguo maletín algunas ganzúas y hurgó en la cerradura. Nada. X miraba con desolación las maniobras de aquel profesional. Al final se marchó. La tarde estaba pasando y ya había oscurecido. Vino otro cerrajero, que parecía más competente pero que resultó ser igual de ineficaz. El resultado, el mismo. Se marchó, dejando a X abrumado por la situación, detrás de las rejas.

X llamó por teléfono al responsable de seguridad de su empresa y le contó lo que estaba pasando. Éste le dijo que esperase, que intentaría localizar a un cerrajero mejor. Colgó. Mientras esperaba de nuevo la llamada, X empezó a agobiarse y acabó fabricando una cuerda con las sábanas que encontró en casa, anudando unas a otras, como el príncipe de Rapunzel dispuesto a bajar por sus largas coletas. Al final recibió la llamada:

-Verás, X, he encontrado uno que me asegura que la puede abrir. Todo el mundo dice que es el mejor cerrajero de Caracas. Lo único es que hasta mañana por la mañana no podrá ir…

-¡Cómo que no podrá!

-Bueno... que no quiere ir, porque hoy es domingo y es su día de descanso. Y total ya es muy tarde, así que mañana a primera hora irá a abrirte la puerta.

X valoró descender por las sábanas, pero la caída era considerable. Al final no le quedó más remedio que esperar a que el maestro cerrajero conjurara la magia de la cerradura a la mañana siguiente, eso sí, ya bien entrado el día.

1 comentario:

  1. pana no entiendo... abrio o no abrio la cerradura??? ta como mocho el cuento...

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