Después de pasar unos días frenéticos en Madrid, aceptamos con resignación el retraso del vuelo que nos lleva a Caracas. No hace falta mirar la pantalla para saber cuál es tu vuelo. De repente, las operaciones de pecho y las blackberry se han multiplicado por diez. Para mí, los dos símbolos del socialismo bolivariano de Venezuela.
Mientras hacemos tiempo en la puerta de embarque nos fijamos en los viajeros que van a volar con nosotros. Hay una venezolana oronda, pelirroja, con los pechos operados (cómo no), de labios carnosos al estilo Carmen de Mairena, que nos llama la atención: muestra sin complejos unos enormes pies de gorila, cuyos dedos, pintados del mismo color que su cabello, se desparraman grotescamente sobre unas sandalias con tacón de madera. "¿Estás viendo lo mismo que yo?", "¡Sí, sí, cómo para no verlo!". Es como si la sandalia hubiera sido engullida por los pliegues carnosos del pie. El dedo pulgar sobresale como una butifarra deformada, como si fuera el dedo prensil de un simio, y el meñique es tan voluminoso que parece tener vida propia: se ha salido de la sandalia y va barriendo él solito el suelo de la T4 de Barajas. Gracias a ella la hora de retraso la pasamos entre risas...
Ya en el avión, sorpresa: un grupo nutrido de familiares y amigos van a una boda en Isla Margarita, el lugar de descanso de los caraqueños. Llevan botellas de ron y whisky y, al principio, se van sirviendo con cautela y discreción, desperdigados como están cada uno en su sitio. Al cabo de unas horas, la cabina parece la Plaza del Dos de Mayo: se han reunido todos alrededor del asiento de uno de ellos, que casualmente está dos filas por delante del nuestro, y allí se dedican al botellón, todos de pie en el pasillo, hablando en alto, contando chistes, jaleándose unos a otros y pidiendo hielo sin parar. Al principio resulta simpática la escena y las azafatas se comportan amablemente, pero después de cuatro horas de vuelo con un botellón hecho por padres provectos y treinteañeros andaluces, el tema deja de tener gracia. Menos mal que cierran las ventanillas y apagan las luces. Todos a dormir.
Cuando ya queda poco para tomar tierra, el grupo de la boda se vuelve a reunir a dos filas de nosotros. Hay algunos que llevan una borrachera que no se tienen en pie. Entonces aparece desde la parte delantera del avión (desde los asientos de business) una chica rubia, grandota, con el pelo corto, el mentón pronunciado y las mejillas hundidas. Al principio nadie se percata de quién es, hasta que se oye una voz que, en un susurro, dice: "Anda, si es Rosa. Rosa de España". El que va más borracho la llama, pero ella no le oye. Entonces alza la voz y dice: "¡Rosa, guapa! ¡Cómo estás!". Rosa se detiene en medio del pasillo con la solvencia del famoso que ha sido reconocido y, con una sonrisa benévola, le responde con gracejo andaluz: "Mu ben, mucha gracia". "No era una pregunta. Era una afirmación", grita el graciosillo de la boda. Ella se ríe y sigue su camino hasta los baños. A la vuelta, es engullida por los beodos familiares de la boda y así, envuelta entre los agasajos de los viajeros y las fotografías de rigor, tomamos tierra. Afuera hay 30 grados, una humedad asfixiante y unas nubes que amenazan con llover, pero que no se animan.
Tardamos una hora en pasar el control de los pasaportes y otras dos en recorrer los 30 kilómetros que separan el aeropuerto de Maiquetía del centro de Caracas. El conductor que nos lleva a casa, la radio y la prensa nos dicen que por aquí sigue todo igual: cortes de luz y de agua, racionamiento de comida, intención del gobierno de estatalizar toda la industria, crímenes descontrolados, políticos corruptos, periodistas encarcelados... Eso sí, también aquí se sigue debatiendo sobre el derby Madrid-Barca: cartera o cantera, esa es la cuestión.
Bienvenidos a la República Bolivariana de Venezuela.
martes, 13 de abril de 2010
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Esto que cuentas es curioso visto desde españa
ResponderEliminarpero en venezuela con chaves todo es posible incluso que el madrid gane la liga jajaja
(Soy Maribel) Bueno Santi, no te quejes, hubiera sido muchísimo peor que te hubiera tocado ir todo el camino con ¡¡MÁQUINA TOTAL 7!!
ResponderEliminar¡¡Estas historias son la caña!!, lo que me encanta de las fotos de los escaparates, es que las tías están empitonadas... es que piensan en todo.
Tu descripción de los pies de la venezolana me ha recordado una cita muy interesante. No sé si fue Punset o Chiquito de la Calzada el que dijo "Tiene una cabeza como las sandalias de King Kong"... Ahora ya sé a que se refería...
ResponderEliminarRosa de España, con su "gracejo andaluz", jajajajaj. Genial toda la entrada :)
ResponderEliminar¡Besos y enhorabuena por el blog!
Maribel, la foto de los maniquíes la hicimos en Isla Margarita. Pero cualquier escaparate de Caracas muestra tales exuberancias acordes con la clientela... jejeje
ResponderEliminarUn gusto poder leerte, una penilla no haber podido verte...esta vez. Te sigo. Gracias por tus visiones. Mer
ResponderEliminarjaja que divertido! que suerte que a pesar de los problemas pudieras pillar un avión, o quizá fuese antes de lo del volcán.
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