Lo que me gusta de Andrés es que se conoce a todos los propietarios de tahonas, confiterías, restaurantes, bares, luncherías, hoteles y pastelerías de la ciudad, su origen, sus vaivenes, sus éxitos y sus fracasos: la Danubio, el Rey David, el Caracas Palace, el Saint Honoré, etc. A veces se nos sienta en la mesa y nos cuenta, y nosotros le preguntamos y le escuchamos. Nos dice lo que estamos hartos de oír a muchos caraqueños, que este país hace unos años no tenía nada que ver, que había más seguridad, más prosperidad y más ganas de hacer bien las cosas. Uno nunca sabe si lo que le dicen responde a la nostalgia de la juventud perdida o a aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor o incluso a que cualquier gobierno pasado fue sin duda más entrañable, ya que con él, al menos, podías pasear por las noches sin que te asaltasen o te jugases la vida a cada paso, no como ahora, que está todo tan peligroso...
El caso es que en “El Mesón de Andrés” se come bien. Pero lo mejor de todo es la tarjeta que su dueño nos reparte. En ella, aparte del nombre del restaurante y del suyo propio, se puede leer: “Andrés Rodríguez. El Mesón de Andrés. Avda. Francisco de Miranda, Edificio Hollywood. P.B. Local 1-A, Chacao (al lado del Mc Donald´s)”.
Y es que aquí, en el Caribe, no importa hacer publicidad gratuita al vecino, por muy empresa norteamericana y yanqui que se sea. Se ve que el concepto de competitividad es algo excluido de las sociedades socialistas, incluso para los que vivieron alguna vez con otro tipo de gobiernos.
Eso es estar seguro de tus cosas y tu bien hacer, nada de tener miedo a la competencia, bien por el gallego.
ResponderEliminarS.V.S