La vida de Isabel Allende es una de esas vidas itinerantes y nómadas, que ha transcurrido en sitios tan dispares como Perú, Bolivia, Líbano, Chile, Venezuela, Estados Unidos y España. En Venezuela, pasó trece años de su vida, con su familia, viviendo en un apartamento de Caracas donde se buscaba la vida como podía, dando clases aquí y allá, e intentando escribir en los periódicos de la capital. Como periodista, por lo visto, no era muy buena, y así se lo hizo saber Pablo Neruda cuando una vez, trabajando para una revista femenina, fue a entrevistarlo a su casa, y éste le dijo que jamás se dejaría entrevistar por una periodista tan mala. Neruda le dijo: “usted es mala periodista porque no es objetiva, dedíquese a la literatura”.
Pero no fue hasta que estuvo residiendo en Caracas cuando Isabel Allende encontró su camino. Fue a raíz de la enfermedad de su abuelo de 99 años. El anciano hombre estaba ya muriéndose y esa situación inspiró a Allende una larga carta que acabó convirtiéndose, a medida que la iba escribiendo, en La casa de los espíritus, su famoso best-seller. En 1982 consiguió publicarla en Plaza y Janés, y poco después salió de Venezuela para no regresar nunca más y, por lo visto, para no citarla nunca más.
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