La expropiación alcanza a todos los sectores, a todas las personas, a todos los nombres. No sólo se expropian las grandes explotaciones petrolíferas, las telecomunicaciones, las acerías y las siderurgias, sino que también están en el ojo del huracán las carnicerías, las cerveceras, las areperas y, ahora, los humildes puestos de alimentos de Galipán, una diminuta aldea que hay justo antes de coronar El Ávila, la empinada cordillera que recorre Caracas de este a oeste a modo de telón natural.
Galipán apenas tiene nada: unas cuantas casitas, unos pocos puestos de comida económica, lugares para montar a caballo y unas posadas con cabañas, ideales para pasar la mañana del domingo. Allí se llega de dos modos: en teleférico o en unas camionetas atestadas de gente que suben desde el barrio Cotiza por una tortuosa y empinadísima carretera. Cuando llegas arriba te encuentras con los puestos característicos de Galipán (en la foto) donde venden comida típica venezolana: arepas, cachapas, sándwiches de pernil, jojotos (mazorcas de maíz), dulces criollos, etc.
Ahora, la nueva administración de esa zona ha decidido hacer “limpieza”: ha eliminado 12 de los 27 puestos, ha quitado la licencia a algunos de los comerciantes sin darles explicaciones, ha limitado los horarios de todos los puestos, ha impuesto horario de llegada y de salida a los propietarios, ha decidido que unos quioscos vendan únicamente unas comidas y otros, otras.
Las autoridades han dicho que se trata de una reorganización y que no quieren monopolios de ningún tipo, que van a regular los precios y la comida que van a dispensar los puestitos, y que estos tienen que ser atendidos por sus propios dueños y no por cualquier burgués con afán capitalista.
Una de las propietarias ha dicho: “Éste es mi único sustento, he invertido mucho. Y con todo el dolor del mundo tengo que aceptar los términos que ellos me impongan”.
Pero la cosa no queda ahí. Ahora, para colmo, el gobierno ha eliminado el nombre oficial que recibió la montaña en 1778 cuando el terreno era propiedad de Juan Álvarez de Ávila, momento en que los habitantes de Caracas de la época comenzaron a referirse a la montaña como Cerro de Ávila, haciendo alusión al propietario.
Desde el pasado 7 de mayo, un decreto establece como nuevo nombre el de Waraira Repano que significa “Sierra Grande”, el nombre con que lo conocían los antiguos habitantes de etnia caribe. Los lingüistas venezolanos se han manifestado en contra: es cierto, el prefijo “Gua” fue muy utilizado por los caribes (de ahí nombres como Guaire, Guatire o Guarenas), pero el nombre hispánico de El Ávila se ha instalado en la historia de la ciudad y en el uso cotidiano de la gente, y va a ser muy difícil cambiarlo, por mucho decreto presidencial que lo ordene.
miércoles, 12 de mayo de 2010
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Es como si en Madrid le ponen, a Navacerrada, Nueva sierra quien le llamaría así ¿ aaaa ?
ResponderEliminarS.V.S
En cuanto alguien comprende que obedecer leyes injustas es contrario a su dignidad de hombre, ninguna tiranía puede dominarle.
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