Hay un grupo de personas que conforman el consejo comunal. Se dedican a ir de un establecimiento a otro comprando trozos de carne y guardando los tickets (deme un kilo de lomito; no, ahora mejor deme otro kilito de chocozuelo, y ahora otro de pulpa negra, y otro de pollo, y uno más de muchacho redondo y de ganso; y así). Luego se van con esos tickets al edificio donde está radicado un organismo siniestro, en cuyas salas de reunión otro grupo de leales funcionarios con franelillas rojas se dedica a sumar y restar y mirar con lupa los precios que allí vienen marcados.
-A ver, si el kilo oficial de la carne de segunda es de 11,90 bolívares y resulta que estos señores la están vendiendo a 24,50 bolos, compañeros, esto se llama especulación. ¿Pero qué es eso de vender el solomo, la paleta, el papelón, el cogote, el lagarto, la falda y la chuleta por encima de su costo real? Nada de eso. ¡A por ellos!
Así que ese grupo de honrados funcionarios avisa al fiscal auxiliar y éste asume el caso con orgullo y decisión. Levanta acta en compañía de la troupe del Indepabis, cuyas siglas responden al cándido nombre de Instituto para la Defensa de las Personas en el Acceso a Bienes y Servicios. Su objetivo es detectar la especulación en los mercados de la capital venezolana.
El Indepabis justifica así su trabajo ante los periodistas: “Tenemos mecanismos de articulación social. Ahí en el ticket está el nombre del comercio y el precio. Tenemos las pruebas y el delito se comprobó en flagrancia. Les solicitamos los recaudos, hablamos con los comerciantes y se llenaron las actas. Luego llamamos a la fuerza pública, ellos hicieron su acta policial y se pasó a la Fiscalía”.
Así, el consejo comunal, los funcionarios y la Policía Militar se presentan ante los ocho carniceros de la Candelaria (al noroeste de Caracas) que han sido investigados. Los detienen ante el estupor y la incredulidad de las familias y los clientes. Los trasladan de madrugada a la comisaría de Fuerte Tiuna, pese a la solicitud de dejarlos ir a sus casas con el compromiso de presentarse al día siguiente ante el juez.
Así, el consejo comunal, los funcionarios y la Policía Militar se presentan ante los ocho carniceros de la Candelaria (al noroeste de Caracas) que han sido investigados. Los detienen ante el estupor y la incredulidad de las familias y los clientes. Los trasladan de madrugada a la comisaría de Fuerte Tiuna, pese a la solicitud de dejarlos ir a sus casas con el compromiso de presentarse al día siguiente ante el juez.
Los carniceros han denunciado que fueron trasladados bajo engaño, ya que les aseguraron que iban a hacer una declaración y, una vez allí, les dijeron que estaban presos.
Según uno de los abogados de los detenidos, el proceso presenta irregularidades y constituye un atropello, pues a su juicio la ley establece que en caso de especulación, el Indepabis debe levantar un acta y abrir procedimiento administrativo para presentar sus alegatos.
Pero los carniceros son sospechosos y han especulado. No importa que los precios al por mayor hayan subido semana tras semana desde principio de marzo y que el kilo de carne se esté cotizando un 40% más cara que el precio oficial. No importa que no se les quiera escuchar. Lo que importa es que la ley ha vuelto a ser eficaz con el insolidario.
Éste ha sido el tema estrella de la semana, la detención de más de 40 carniceros acusados de vender con sobreprecio.
¿Y qué pasará cuando nadie quiera vender carne? Seguro que los funcionarios son los primeros en morir de inanición...
ResponderEliminarNo me extraña que haya escasez de alimentos básicos. Si yo fuera el ganadero y tuviera que vender leche por debajo del precio de coste, se me ocurrirían cosas como añadirle agua, rebajar los controles de calidad, mearme en ella...
ResponderEliminarLo siento Santi, conociendote sé que no volverás a tomar un café con leche sin planteartelo...
Pues sí, visto así me tendré que dar al café solo o guayoyo como se dice aquí...
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